Sección temática
Relaciones 135, verano 2013, pp. 13-38, issn 0185-3929 13
Explicaciones y desdoblamientos léxicos
en testimonios científicos medievales
castellanos
María de las Nieves Sánchez González de Herrero*
Universidad de Salamanca
Este trabajo ofrece un recorrido por distintos textos médicos y enciclopédicos
medievales castellanos con el fin de observar cómo sus autores y luego los traductores
al romance actuaron con la finalidad de que sus escritos fueran accesibles
a los lectores. Dado que una de las principales dificultades era una
terminología específica, recurrieron con frecuencia a integraciones metaléxicas,
explicaciones y sinónimos, para facilitar la comprensión.
(Historia del lenguaje científico, traducción medieval)
Introducción
El proceso conocido como vernacularización de la ciencia dio
lugar, a partir de finales del siglo xiii, a una serie importante
de textos de carácter no literario en lenguas romances, entre
ellas el castellano, traducidos principalmente del latín, y en algún
caso del árabe o de otra lengua románica, por ejemplo el francés.
*
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Este trabajo continúa la línea de otros previos, especialmente Sánchez
González de Herrero y Vázquez de Benito 2010, llevados a cabo en el marco de
proyectos de investigación desarrollados en los últimos años sobre tratados médicos y
versiones castellanas de enciclopedias medievales, el Libro del tesoro de Brunetto Latini
y De proprietatibus rerum de Bartolomé Ánglico. De la última existen dos versiones castellanas,
una conservada en incunables del siglo xv, entre otros el 1884 de la Biblioteca
Nacional de Madrid, citado aquí pbn, y una segunda que contiene el manuscrito 30037
de la British Library, aquí pbl. Utilizo además el corpus de los treinta y dos textos que
sirvió de base al detema, contenidos en Herrera-González de Fauve (1997) y uso sus siglas,
recogidas también en detema, xvii. No obstante, ofrezco de nuevo en la bibliografía
final las citadas en este trabajo.
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Como ha explicado Lluís Cifuentes (2003, 268-269) para el modelo
catalán, los nuevos intereses de la burguesía fueron determinantes en
la transición de una sociedad oral a otra que se regía por lo escrito. El
deseo de saberes prácticos y útiles condujo a un grado de alfabetización
hasta entonces desconocido y a un aumento de posibles lectores,
“que se mostraron sensibles al prestigio que confería el saber y su
ostentación en forma de libros, que engrosaron las bibliotecas de
mercaderes, juristas, notarios, médicos, clérigos, nobles y reyes”.
Con ello debieron de alcanzar un auge extraordinario dos actividades
bien conocidas y practicadas a lo largo de toda la Edad Media,
la traducción y la copia.
Es obvio que la traducción es el origen de las primeras manifestaciones
de la lengua científica en nuestro romance. La de obras
especializadas, como los textos médicos, o de divulgación científica,
como las enciclopedias, supuso un reto considerable para los
traductores, que se vieron en la necesidad de trasladar al castellano
una serie de contenidos, más o menos técnicos, que hasta entonces
se habían transmitido en latín y árabe fundamentalmente;1 las lenguas
vernáculas asumían un uso poco desarrollado hasta entonces,
ser depositarias y transmisoras del saber. Entre las dificultades de
adaptación no serían menores las de carácter léxico y semántico.
A falta de noticias directas de los propios traductores del corpus
manejado sobre cómo desarrollaban su trabajo, los textos que nos legaron
constituyen el único testimonio posible para la interpretación.
Como punto de partida parece claro el empeño didáctico, la
búsqueda de la claridad expositiva; el simple hecho de traducir un
texto de filosofía natural a una lengua vernácula, o de escribir en
romance,2 en la Edad Media, lleva ímplicita la finalidad de hacerlo
accesible a un número amplio de lectores; ahora bien, el deseo de
hacer comprensible el contenido se halla ya, en distinta medida quizá,
pero presente siempre, en las obras que son objeto de traducción,
y por lo tanto aquí se sumaron la intención del autor y la del traduc-
1 Sobre léxico médico en obras castellanas anteriores a las que aquí consideramos, cfr.
Clavería 2004.
2 En el siglo xv se escribieron algunos tratados médicos en castellano, El menor daño
de la medicina o la Cirugía rimada, entre otros.
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tor. La lectura de las fuentes latinas de las obras médicas medievales
o de ciertas enciclopedias que se trasladaron al romance, aun considerando
en este conjunto obras destinadas a lectores de distintos
niveles, no deja dudas en este sentido; los autores tratan de presentar
los contenidos de la manera más clara posible, con una estructura
muy ordenada, porque en todos los casos intentan enseñar e
instruir.
Sin embargo, la propia historia de la ciencia, su transmisión,
hace que los autores de textos científicos medievales, tanto en latín
como en romance, encuentren un primer obstáculo en la terminología,
que no está fijada, que procede de distintas lenguas y fuentes
que las diferentes escuelas, médicas por ejemplo, han adaptado y
usado con sentidos diferentes también; es decir, una terminología
que se sitúa muy lejos de una de las características que hoy se adjudican
y se exigen al lenguaje científico y técnico, la precisión (Gutiérrez
Rodilla 2005, 22-23). Lógicamente, la dificultad se mantiene o
aumenta a la hora de traducir a lenguas en las que ciertos contenidos
se expresan casi por primera vez.
Propósito de claridad de autores y traductores
Los autores de este tipo de textos se declaran explícitamente partidarios
de la claridad terminológica, pero ante la imposibilidad de
llevarla a la práctica de manera inequívoca, cuando se plantea un
problema, se suelen mostrar partidarios de que se entienda el contenido,
la realidad, por encima de los nombres; en general, acaban
por dejar a un lado la discusión terminológica, se plantee o no de
manera explícita, y renuncian a conseguir una fijación de términos.
Los traductores, a través de su trabajo, muestran idéntica actitud.
Valgan como muestra dos fragmentos pertenecientes a las versiones
castellanas de la Cirugía magna de Guido de Cauliaco y del Lilio de
medicina de Bernardo de Gordonio, que invoca la autoridad de
Galeno:
“Una parte del grand pie o pierna se dize coxa o muslo; la otra se llama
pierna pequeña; la III el pie pequeño. Verdad es que la griega translacion
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llama crus aquello que la arábica llama coxa, y tibia a la que llama crus,
mas no es de curar de los nombres en tal que se entienda la cosa”,3 cau 24v.
“Si la solucion de continuidad fuere en la carne, se llamará plaga o llaga; e
si fuere en el huesso, llamarse ha quebradura; si en los músculos e en los
nervios reprimiente, llamarse ha contusión o machucamiento. De los nombres
no ay contenencia, mas a la realidad nos bolvamos, que el cumplimiento
de la medicina es de la noticia de la realidad e no de las palabras, como lo dize
Galieno”, gor 35r.
O con un carácter más general:
“Del nombre dize Galieno que aquel que la verdat de la cosa quiere entender
esfuércesse a la buscar non del su nombre mas de la essencia. E Avicena
dize: la noticia del nombre impuesto non quita la ignorancia la cual da la
estrañeza de la cosa”, cmy 3r
Entre los textos médicos, sólo los de finalidad más claramente divulgativa
renuncian expresamente al uso de un vocabulario especializado;
es el caso de Alonso de Chirino, que escribe al comienzo de su
Menor daño de la medicina:
“Todo lo que aquí fallardes escripto non será por vocablos de medecina
nin por palabras escuras salvo fablando bulgarmente, que cualquier omne
puede entender”, chi 3r.
3 En el texto latino, en adelante Tl, se lee: “Vna quidem pars magni pedis, seu tibiæ,
dicitur coxa; alia, parua tibia; tertio uero pes paruus. Verum est quod Græca translatio
vocat crus quod Arabica vocat coxam, et tibiam quod vocat crus. Sed de nominibus non
est curandum, modo res sit eadem, ut passim dicit Galenus”, p. 47. No he estudiado las
fuentes de traducción de la obra, pero dado el paralelismo observado entre las versiones
latina y castellana, creo que la comparación puede ser útil. Ni todos los testimonios utilizados
son traducciones del latín, ni disponemos de todas las fuentes latinas de aquellos
que sí lo son, por lo que ofrecemos los paralelos en los casos en que contamos con esta
posibilidad, como sucede en cau, gor, pbl, pbn y tph, pues nos parecen significativos
para ver cómo actuaron los traductores de las obras. Algunos aspectos específicos sobre la
traducción aparecen tratados en Sánchez y Vázquez (2010).
En la presentación de ejemplos y fragmentos, hemos evitado la transcripción paleográfica,
que generalmente oscurece la lectura, y hemos optado por una interpretativa. Las
pautas que seguimos pueden verse en la edición de Bartholomæus Anglicus [xiii] (2007b).
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Con independencia del grado de especialización al que declaren
acogerse los distintos autores, su interés está centrado en facilitar la
comprensión del lector, sin que parezcan dedicar una especial atención
a la creación o fijación terminológicas.4
Recursos para facilitar la interpretación: explicación
El interés de los autores por ofrecer una lectura asequible hace que
con frecuencia nos encontremos con aclaraciones de términos árabes,
griegos y latinos, a través de una explicación o mediante el empleo
de sinónimos. En el caso de la traducción, explicaciones y
sinónimos pueden añadirse a los que presentan las fuentes. Según
Rico (1984, 167-188), las aclaraciones de carácter léxico o enciclopédico
responden a la técnica escolar de la lectio, en la que leer (y
traducir) equivale a comentar.
Al margen de las descripciones anatómicas o patológicas, que
pretenden ser precisas y claras, cuando se trata de explicar el significado
de una palabra, se recurre habitualmente a una oración de relativo
construida en modo indicativo, como corresponde al carácter
específico del sintagma al que pertenece:
“De la grossedad de los humores e de los espíritus viene la noctilupa, que es
mal veer después del ponimiento del sol”5, cau 142r.
“El píxiden, que es la concavidad y fóvea de la espalda”6, cau 19v.
“Subet, que es sueño profundo”, gor 11v.
“El mórbilo, que es sarampión, se engendra más de cólera negra”, gor 15v.
“Espasmo, que es enfermedat que encorta los nierbios e los ensancha e faz al
omne estar regañado”, ted 12r.
4 La situación se mantiene en la obra de J. Valverde de Amusco, ya en 1556, como ha
mostrado C. García Jáuregui (2007, 79).
5 La aclaración se halla ya en Tl, “Ex crassitie humorum et spirituum prouenit nyctalops,
que est male videre post solis occasum”, p. 314.
6 Tl, “pyxidem seu foveam spatulæ”. Compárese la descripción de otra de las cirugías
medievales, la de Lanfranco de Milán: “Los huessos de las ancas […] aquestos huessos faza
la parte çaguera son cartilaginosos sotiles e faza la delantera baxa más gruessos. E tiene
cada uno d’ellos buxeta, la cual es llamada pixis del anca, en la cual se rebuelve el vértebro
del huesso de la coxa, conviene saber la parte somerana del huesso de la coxa”, cmy 45r.
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“La núclea, que es el tuétano que ba por todo el cerro”, gen 68r.
“La cancrena es principio e adelantamiento del crosis, que es el entero mortificamiento”,
cir 39v.
“Del bocio, que es papera”, cmy 1v.
“Por manera de tisana, que es brevajo que es fecho de cevada, o por manera
de fresadas o por manera de ordiate, que es cevada descortezada y cozida
como avenate”, sev 29r-v.
“Coscuta, que es una semiente que nace en los linos”, chi 45r.
“El mal que llaman estranguria, que quiere dezir constricción de la urina”,
chs 7v.
El enunciado puede hacerse en sentido inverso:
“Miel e vinagre, que es sacanjabín”, chi 49r.
“De la mordedura del perro rabioso, que se dize idroforbia”7, gor 2v.
“Agora digamos el dolor muy fuerte que se faze en todo el rostro8 de la cabeça,
que llaman bacinet”, trm 10r.
“El fallecimiento de todos los sentidos e todos los movimientos, que llaman
poplesía”, trm 15v.
Aunque en menor medida, obviamente no faltan otras estructuras
que cumplen la misma finalidad explicativa, algunas de las cuales
están también relacionadas con las duplicaciones y desdoblamientos
que tratamos más adelante; sirvan como ejemplo:
“De los eunucos, id est los castrados”, gor 48r-v.
“La vena cordiaca, del coraçón o cordial, conviene saber la vena que se llama
mediana”, chs 7r.
“Las parótidas, esto es las apostemas faza las orejas”, cau 51r.
“De los calcaños, si quier talones”, tph 64r.
7 En Tl, en cambio, los elementos aparecen en coordinación, “De morsu canis rabiosi
et ydrofobia”, 31r.
8 Tras rostro, va añadida la palabra tiesto.
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Aclaraciones sobre usos terminológicos
Como hemos visto en alguno de los ejemplos precedentes en los que
se declara que lo importante es transmitir el contenido de manera
inequívoca más allá del nombre, tanto quienes escriben como quienes
traducen son conscientes de que la terminología es cambiante
en función de autores y escuelas, de zonas geográficas o de lenguas y
registros, entre otras posibilidades, y se hacen eco de esta variación,
especificando en ocasiones la procedencia de las denominaciones, o
bien aludiendo a la diversidad de una manera más genérica. En los
casos ligados a diferentes médicos o corrientes médicas, pesa también
la importancia de las referencias a las autoridades en el tema
tratado. Así encontramos:
“Quitados y cortados estos músculos, parece el cifach, que dize peritoneun
del Galieno”, cau 21r.
“Yerva de Tunes, la cual se dize segund Diascórides palamemón”,9 gor 17r.
“Cuando se mudare la complisión del cuero de la cabeça e se mesaren sus
cabellos, llámanla los sabios antigos dolencia del raposo por dos cosas”, trm 8v.
“Este atal dolor es llamado de los antiguos ceática pasión, que quiere dezir
gota de los cuadriles”, flo 184v.
Muy frecuentemente se especifica la lengua de origen de los términos
que se presentan; como corresponde a la historia de la medicina,
se trata del griego, del latín y del árabe:
“En el pie son tres hazes de huessos. En la primera haz son tres huessos en
uno redondamente ayuntados. El primero es cahab en arábigo, en griego es
dicho strágalus e es quasi a manera del nudo de la balesta, redondo de cada
parte”, cau 25r.
“El intrumento con que se quita la catarata en arávigo se dize almadac, en
latín aguja”, cau 140v.
“De la apostema arterial fecha por rotura e es dicha en griego oporisma e en
arávigo madre de la sangre”, cir 31r.
9 Tl, “Herba Tunici, quæ appellatur apud Dioscoridem palamenon”, 27v.
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“Cancre es podrimento de carne que podrece a so hora e dízenla xanbia en
arávigo e en latín noli me tangere. E es carne muerta e negra e podrece e
mata la carne que es acerca d’ella así que va su mal adelante”, tes 39r.
“Desí toma xarcacola, que dizen en arávigo alançarot, raíz de lilio e aristologia
luenga, que·l dizen en arávigo mazmacora, de cada una un tercio de
onça”, tes 49v.
Más raramente dan cuenta de los nombres en otros romances:
“La consuelda menor aquella que llaman algunos yerva del viento, e en
algunos lugares de Toscana vencetósico”, ted 128v.
“Postillas son unas bexigas pequeñas a manera de los granillos de los figos,
assí como la suziedad del sudor. Y puédense llamar vulgarmente de los provinciales
brolliadura”10, gor fol. 34v.
Resultan especialmente interesantes desde el punto de vista lingüístico
las referencias a vulgar que indican romance:
“Aquesta tela en que está la materia espermática se llama secundina, porque
es segunda en la generación o porque sale segunda en el parto tras la
criatura; y es esta lo que acá en el bulgar se llama pares”, gen 3r.
“Cuando en el cuerpo hay repleción de humores, el hombre sueña que
otro le pone sobre sí un peso o carga, por fuerça o por grado, lo cual llaman
vulgarmente la pesadilla”11, tph 55r.
“Las langostas son saltaretes llamadas en nuestro vulgar, por ser muy ligeras
a saltar”, pbn 159r.
O las que tienen carácter más local, variable dependiendo de los
textos:
10 Tl, “Pustulæ sunt quædam vesiculæ parvæ ad modum granorum ficuum, sicut
sordicies sudoris et possunt vocari in vulgari prouincialium brolliadura”, 62r.
11 “Lo cual llaman vulgarmente pesadilla” no tiene paralelo en el texto latino, es decir,
parece tratarse de un añadido del traductor. Como se explica más adelante, en los
testimonios traducidos no siempre es posible separar con seguridad qué corresponde a
autores y qué pertenece a traductores.
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“Dolencia del raposo […] la otra cosa que lo más faze esta dolencia es a los
raposos e llámanla las gentes en nuestra tierra tinia peró que non llaman tinia
sinon cuando vieren el daño muy complido en el cuero de la cabeça e
parece sobre el lugar del daño blancura que semeja al jipsu o a la greda”,
trm 8v.
“De mola, que llama el vulgo preñez de trasgo”12, sum 16r.
No faltan las menciones de carácter muy general, del tipo:
“Muchas vegadas corrompe la sangre en sotil cantidad e sale por la faz de
la manera de manchas bermejas […] e cuanto más la rascan más comezón
faz; algunos la llaman a esta maletía enpeines cavallinos e otros la llaman, así
unos e otros, el mal de la rosa”, flo 180v.
Hay muy pocas referencias a la posible variación o usos lingüísticos
asociados a la diferencia de sexo; sin embargo, en la Suma de la flor
de cirugía podemos leer:
“Primeramente digamos de una bermejura que viene a la cara con finchamiento
con ardor, que llaman las mugeres rosa”, flo 149r.
“El empeine a que llaman las mugeres culebreta”, flo 181r.
“Toma una yerva que llaman vulsa pastores e algunas e algunos la llaman
sangueneria e ponla”, flo 165r.
Para la variación relacionada con diferentes registros:
“Epigloto es compuesto de tres cartilágines. La una es pareciente delante e
es dicha clipealis e de los legos es dicha garganta o ñudo de la gola”, cmy 85v.
Es importante señalar que las aclaraciones afectan sobre todo, pero
no de manera exclusiva, a tecnicismos o voces de especialidad. Su
aplicación a palabras que pueden considerarse de uso común es
12 Mola es traducción de la voz árabe rahá, ‘muela’, calco a su vez del griego muée,
enfermedad del útero (Vázquez de Benito 2009, 72).
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comprensible en un contexto práctico relacionado con la salud, en
el que no conviene que haya ninguna duda:
“Limón y lima son de natura de cidra y de naranjas, salvo qu’el limon es
más agudo en sus obras que non las cidras ni las naranjas […] Aquí en
Sevilla llamamos al más pequeño limón y a la grande lima y en Córdova el
contrario”, sev 37r.
“Carnero […] el castrado por arteficio es mejor que non el castrado por
natura, ca el castrado por natura, que es llamado ciclán, tiene los genetivos
encerrados dentro en el cuerpo y el que es castrado por arteficio non tiene
ninguno”, sev 44r.
Desdoblamientos o pares léxicos
Más abundante es la presencia de sinónimos, pares o desdoblamientos
léxicos; nos referimos al empleo de dos términos de la misma categoría
gramatical, con idéntico o casi idéntico sentido, unidos mediante
la conjunción o, más raramente y; cualquiera de los términos puede
estar formado por más de una palabra. El fenómeno presenta distinta
intensidad según los testimonios que hemos manejado, pero está presente
en todos ellos.13 Este recurso cuenta con una larga tradición en
textos narrativos, jurídicos e históricos y científicos, o didácticos en
sentido muy amplio, y acaba por ser característico de la prosa científica
del Quinientos (Gutiérrez Cuadrado 1993, 332 y García Jáuregui
2010, 107). Desde el punto de vista actual, se trata de un fenómeno
contrario a la precisión que se supone propia del lenguaje científico
(Gutiérrez Rodilla 2005, 67-69), pero en los textos bajomedievales
sirve también como elemento explicativo. Gutiérrez Cuadrado (1993,
345) ya defendió que “en la mayoría de los casos, las duplicaciones
sinonímicas tienen en muchos textos un valor funcional, no meramente
retórico”. En los tratados médicos se trata de un recurso que, al
igual que los anteriores, pretende facilitar la interpretación al lector.
13 Sobre la presencia de este fenómeno en los textos médicos, ya trabajamos durante
la elaboración del detema (Sánchez González de Herrero 1995), puesto que se trataba de
una cuestión significativa desde el punto de vista lexicográfico.
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Los ejemplos son numerosísimos; nos limitamos a ofrecer algunos,
elegidos al azar, relacionados con la anatomía, la patología, y el
arte de curar en sentido amplio, con inclusión de farmacología y
botánica e instrumentos médicos.14
“clíbano o cuenco del pecho”, gen 4r.
“gutur o garganta”, gor 94v.
“la morca o de tripas”, res 18v.
“el huesso de la fruente o el coronal”, cau 15v.
“reumas o catarros”, cir 63v.
“torcimiento o vizcura de los ojos”, cmy 28v.
“estrabosidad o vizquedad”, cau 134v.
“lobiniello mayor o nabta”15, trm 137v.
“claudicación o cojera”, cau 106r.
“hernia o potra”, cmy 2r.
“farmacar o melezinar”, cau 167v.
“melezinas sedantes o amansantes el dolor”, cau 179r.
“pílloras d’alcén16 o auree”, trm 4r.
“pilma o emplastro”, chs 41r.
“la corteza del juníper o ginebro”, chs 17r.
“fevilla o bouclea”, cmy 89v.
“estuellum o tenta”, cau 97v.
“escudiella o grial”, gil 28v.
A muy notable distancia se sitúa el uso de la conjunción y con el
mismo valor y, tras ella, la simple yuxtaposición:
“las fiezes e horruras”, trp 47r.
“túnicas y sayas”, ‘membranas’, cau 22r.
“de la alopicia y calveza y caimiento de los cabellos”, cau 128r.
“para dolor de piernas, de camas y pies”, chs 9r.
14 No incluimos ejemplos de las versiones castellanas de las enciclopedias medievales,
donde también abundan; pueden verse en Bartholomæus Anglicus (2007b, 24-25).
15 Del ár. naffáta, ‘ampolla’ (Vázquez de Benito 2009, 75).
16 Del ár. habb al-dhahab, ‘de oro’ (Vázquez de Benito 2009, 75).
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También pueden coordinarse tres elementos o incluso cuatro, de los
que a veces se declara que son diferentes nombres para lo mismo:
“El fígado [...] tiene forma lunar, gibosa cerca las costillas, y cóncavo faza’l
estómago, con V lobos o péndolas o plumas a manera de la mano, comprehendiente
de encima el estómago”17, cau fol. 22r.
“A los cabellos vienen unas feas disposiciones que vulgarmente se llaman
sirones o polilla o ratatón o roimiento, porque parecen roídos o cortados”,
gor fol. 43r.
“De la postrimera tripa o estentino, que es llamado rectum o derecho o
longaón”, cau 21v.
Como puede observarse por los contextos presentados, es más frecuente
que el tecnicismo preceda a la voz popular (clíbano o cuenco,
estrabosidad o vizquedad, nasalia o auxilios de narizes, nozimiento o
daño), aunque no faltan ejemplos contrarios (fiebres o ciciones,hueso
de la fruente o coronal, calcañar o talón) ni son desconocidos los pares
de palabras populares (como en boca o entrada de la madriguera,
torcimiento o vizcura, frente a estrabosidad).18
La traducción
El papel de los traductores
Hasta aquí hemos tratado de exponer, siquiera a grandes rasgos,
cómo influye el propósito de claridad en la redacción de los textos y
cómo se enfrentan quienes los redactan a las dificultades que les
17 Tl, “Hepar [...] formam habet lunarem, gibbosam versus costas, concavum versus
stomachum, cum quinque lobis seu pinnulis, ad instar manus desuper ipsum stomachum
comprehendens”, 42.
18 Sería necesaria una comprobación detallada de todos los ejemplos, que no hemos
hecho, para establecer porcentajes y usos mayoritarios o minoritarios. García Jáuregui
(2010, 107-110) observa en textos comprendidos entre la segunda mitad del siglo xv y
los inicios del xvii en los que predominan con gran diferencia la voz griega o latina en
primer lugar, seguida de la popular, que desempeñaba así una función de glosa explicativa
del tecnicismo culto; en cambio, en las parejas de orden inverso, menos frecuentes, el
valor enunciativo es distinto, pues aquí se trata de dar acceso a la denominación culta.
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plantea el uso del léxico especializado. A continuación, teniendo en
cuenta que el papel de los traductores fue fundamental en el proceso
de vernacularización, trataremos de acercarnos a su labor.
Si comparamos los testimonios castellanos con los de las lenguas
de origen, salta a la vista que el interés de los traductores se rige por
pautas muy similares a las de los propios autores.19 Buscan acercar el
texto al lector, sin ignorar la terminología de las obras que trasladan,
pero sin dedicarle una atención especial y, desde luego, sin tratar de
fijar una específica; sí nos muestran su intervención en el original,
que en todos los casos parece guiada por una perspectiva didáctica.
Recordemos que en la Edad Media no existió la conciencia de fidelidad
absoluta al texto, ni siquiera al literario, como obra acabada
que pertenece a un autor (Buridant 1983, 121). Los traductores,
también los copistas, gozaban de la libertad de intervenir en el texto,
para ampliarlo o reducirlo, glosarlo, explicarlo, añadir consideraciones,
para adaptarlo en definitiva a un público que había que instruir;
y esto incluso en los frecuentes casos en los que en apariencia
el traductor parece respetar escrupulosamente la fuente al traducir
palabra por palabra (Buridant 1983, 117).
La literalidad de la traducción
En ocasiones, especialmente en las obras cronológicamente anteriores,
da la impresión de que el traductor, más que traducir, copia con
ligeras adaptaciones:
“Lechuga, como dize Isidro, humor de leche abastança es llamada”20, pbl
170v.
19 La comparación no siempre es posible y, cuando lo es, debe hacerse con reservas.
No contamos en la mayoría de los casos con ediciones críticas de las obras en la lengua de
origen; además estamos ante textos que muchas veces circularon en numerosas versiones
y copias y no sabemos de cuál de ellos partió el, casi siempre, anónimo traductor al castellano.
Aun con reservas, creemos que la comparación arroja luz sobre los procesos de
adaptación.
20 Tl, “Lactuca, ut dicit Isidorus, ex lactei humoris exuberantia est vocata”. La traducción
de esta versión del De Proprietatibus Rerum, además de ser muy literal, muy por encima
de la mayoría de los testimonios que consideramos aquí, contiene abundantes errores.
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María de las Ni e ve s Sánchez Gonzál ez de Herrero
En general y tal y como hace la mayoría de traductores de este tipo
de textos, traslada palabra por palabra, manteniendo en numerosas
ocasiones el orden del original:
“Cañón escritural [...] con cañaveras, septentrionales los pueblos sus casas muy
apartadamente cubren”, pbl 156v.
Tl, “Calamus scripturalis […] nam arundinibus septentrionales populi domos
suas aptissime tegunt”.
Ciertamente este grado de literalidad aparece sólo en las traducciones
más tempranas y se va atenuando con el paso del tiempo. Los
textos médicos siguen en general la pauta, tanto si traducen del latín
como en los pocos casos en que nos consta que lo hicieron directamente
del árabe, pero no con la misma intensidad. Veamos como
ejemplo de traducciones del latín un fragmento del Tratado de cirugía
de Guido de Cauliaco y otro del Lilio de medicina de Bernardo
de Gordonio:21
“La obtalmía es apostema propria de los ojos, donde obtalmía, en el primero
de Egritudine e Sintomate, se dize fleumón membrani innati, esto es
de la conjuntiva”, cau 42v.
Tl, “Ophtalmia est apostema proprium oculorum, vnde opthalmia, in
primo de ægritudine et symptomate, dicitur phlegmone innatæ membranæ,
id est coniunctiuæ”, p. 88.
“Cuartana es fiebre podrida [...] comiença con frialdad congelante y con
orripilación [...] la orina es remisa y delgada en el comienço, y después del
peroxismo mucho se colora. Y cáusalo esto que las venas son estrechas y la
abitud delgada y el tiempo otoñal”, gor 10r.
Tl, “Quartana est febris putrida [...] incipit enim cum frigiditate congelante
et horripilatione [...] urina est remissa et tenuis in principio sed postea
post paroxismum multum coloratur. Et faciunt ad hoc quia vene sunt
stricte et habitudo extenuata et tempus autumnale”, 14.
21 Para la versión latina de Cauliaco, hemos utilizado la de Keil, que reproduce la de
Lugduni de 1585, y la de McVaugh; para Gordonio la reproducción de 1542. Las tres se
recogen en la bibliografía final.
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T e s t imonios ci ent í f icos medi e val e s cas t e l lanos
Idéntica actitud muestra el traductor del tratado de Patología, que
traslada directamente desde el árabe (Vázquez de Benito 2009):
“Será de mucha humidat de la túnica que semeja la clara de huevo”, trm
36v, del árabe al-tabaqa al-baydiyya, ‘la túnica del aspecto de la clara del
huevo o esclerótica’.
“Del agua que cayú dentro la túnica que dizen uva”, trm 35v, del árabe
al-tabaqa al-‘inabiyya, ‘la túnica con apariencia de la uva, o iris’.
La preocupación por la fidelidad al contenido, por la precisión en el
traslado está detrás de todo ello. La situación que describe Cifuentes
(2006, 54-64) para el catalán es en cierta manera paralela; predominan
las traducciones que siguen el viejo sistema de traducir palabra a palabra
al menos hasta finales del siglo xv y no son infrecuentes los errores.
Esta cuestión nos parece fundamental a la hora de estudiar cualquier
aspecto de la lengua de estos tratados, no solo el léxico, pues
todos los niveles aparecen determinados en mayor o menor medida
según los casos por el modelo subyacente:22
“Ay un dolor que se llama dolor agudo, pungitivo, ulcerativo y ay otro
dolor extensivo y ay otro dolor inflativo y es otro dolor gravativo o apostemoso.
Y si ay otras especies, a estas se pueden reduzir”, gor 20r.
“Est enim quidam dolor qui appellatur dolor acutus, pungitivus, ulcerativus,
et est dolor extensivus, et alter gravativus sive apostemosus, et alter est
inflammativus. Et si sint aliæ species, ad istas possunt reduci”, 33r.
La posible intervención del traductor. Aclaraciones al texto
Junto a esta aparente tendencia automática, actitud acrítica y próxima
a la de la mera copia en algunos casos, todas las traducciones
ofrecen elementos que manifiestan la voluntad del autor por ofrecer
un texto comprensible; así, el traductor anónimo del Tratado de fiso-
22 Por ejemplo, un estudio sobre el sufijo –ivo debería tener en cuenta en este caso el
modelo latino. No obstante, las traducciones muestran también divergencias con relación
al modelo del que parten
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nomía usa con relativa frecuencia dos voces romances, o tres, para
traducir una sola latina, posiblemente porque considera que así aumenta
la claridad, y sigue el método no solo con palabras que pertenecen
a un registro técnico:23
“Cualquier hombre se puede mejor guardar de su público enemigo, después
de fecha la ofensa, que del hombre mal afortunado y de mal agüero”24, tph 3r.
Estas dos palabras pueden ir unidas mediante o,
“Cualquiere tierno o tendrún25 y vena y nervio y el cuero de los estentinos
es de natura fría y seca, empero es menos que el huesso”, tph 6r.
O bien se acompaña la palabra de una explicación:
“Las venas d’ellos son ocultas, que no se muestran”26, tph 5v.
“De los calcaños, si quier talones”27, tph 15r.
Puede también añadir alguna aclaración al texto:
“Cuyos ojos son pintados y en el mirar vagos, que agora miran acá, agora
acullá 28, significan el hombre mucho mintroso”, tph 9v.
La misma actitud se observa en el traslado al castellano del Compendio
de la humana salud de Johannes de Ketham, escrito originariamente
en latín (Mª. T. Herrera 1995, 313-315):
“Toma las cantárides, que son unos gusanillos verdes, redondos, que reluzen
de noche, e pimienta”, chs 34r. Tl, “Accipe cantarides et pulverem piperis”.
23 Algunas de las aclaraciones que repiten los textos traducidos proceden de glosarios
que circulaban en la Edad Media; en los estudiados por A. Castro se hallan correspondencias
idénticas a las de los textos.
24 Malafortunado y de mal agüero corresponden al latín homine infortunato.
25 Tierno o tendrún por cartilago.
26 Tl, “venae ipsorum sunt occultae”.
27 Tl, “De calcaneis”.
28 Tl, “Cuius oculi sunt varii et intuitu vagi significant hominem saepe mendacem”.
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Un sistema menos usual pero también presente es el de la glosa o
añadido al texto; por ejemplo varizes para la dolencia que dizen vides,
en el Tratado de patología, que traduce del árabe al castellano, de
manera resumida, los libros tercero y cuarto del Libro del canon de la
medicina de Avicena:
“La dolencia que dizen vides [Glosa: varizes] Esta dolencia es venas llanas”,
trm 129r
Una de las obras que nos permite hacer una comparación amplia y
relativamente fiable entre el latín y la versión castellana es el Tratado
de cirugía de Guido de Cauliaco.29 Presentamos a continuación algunos
resultados de tal comparación.
En primer lugar, no son pocas las explicaciones y pares sinonímicos
de la versión castellana que tienen su antecedente directo en la
latina:
“El íleon, que es estentino delgado y largo bien por siete o ocho braços”, cau
21v. Tl, “Ileon, quod est intestinum gracile, septem vel octo brachiorum
longitudinis”, 41.
“Calástica, que es laxación”, cau 29r. Tl, “chalastica, id est laxantia”, 57.
“Los músculos o lacertos”, cau 13v. Tl, “Musculi sive lacerti”, 23.
“El longaón o el derecho estentino”, cau 24r. Tl, “Longano sive rectum intestinum”,
46.
Pero muchos otros podrían deberse a la traducción en la medida en
que no los hallamos en la edición crítica latina:
“Capítulo adminiculativo, que quiere dezir ayudadiz o allegado al dicho capítulo
segundo, del carbúnculo y antras y estiómeno y de las otras pústulas
sanguíneas malas”, cau 3r-v. Tl, “Capitulum adminiculativum predicto, de
carbunculo, anthrace, esthiomeno, et aliis pustulis malis sanguineis”, 11.
29 Contamos al menos con una versión crítica del texto latino, aunque no parta de la
totalidad de los testimonios conocidos. Pero en el estado actual de los estudios, ni siquiera
podemos afirmar que la versión castellana se tradujera directamente del latín, sin intermedio
o ayuda de otra versión previa en romance, por ejemplo en catalán.
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“De la úlcera de la cabeça, assí como es la talparia y testitudinaria, que es la
que llega o passa el casco”, cau 4v. Tl, “De ulceribus capitis, ut est talparia et
testudinaria”, 13
“Del quebrantamiento de la fúrcula, que es el huesso del pecho que junta con
el hombro, del huesso de la espalda”, cau 5r. Tl, “De fractura furculæ, et
ossis spatulæ”, 14.
“Para quitar las máculas y lentégines, que son pintas, y el paño”, cau 5v. Tl,
“Ad maculas, lentigines et panum removendum”, 15.
“Meri o isófagus, que es la vía de la vianda”, cau 20r. Tl, “Gula sive
oesophagus”, 37.
“Ptisana, que es agua de cevada”, cau 32r. Tl, “ptisana”, 64.
“Fungun bedegari, que es superfluidad de la çarça, polvorizado”, cau 99v.
Tl, “fungum bedegaris puluerizata”, 214.
No menos abundantes son los desdoblamientos léxicos, con o, y,30
que no hallamos en las versiones latinas:
“El octavo capítulo, de la anotomía de las tibias o piernas o pies grandes”,
cau 3r. Tl, “Capitulum octavum, de anatomia tibiarum, seu magnorum
pedum”, 10.
“Capítulo V, de sephiros o esclirosi y apostemas malencónicas”, cau 3v. Tl,
“Capitulum quintum, de scirrho, apostemate melancholico”, 11.
“Capítulo adminiculativo o allegado al superior”, cau 3v. Tl, “Capitulum
adminiculativum superiori”, 11.
“De la gibosidad o corcobamiento”, cau 3v. Tl, “De gibbositate”, 11.
“Las extremidades o cabos”, cau 12v. Tl, “extremitates”, 20.
“El pericráneo cubriente el cráneo o tiesto”, cau 13v. Tl, “Pericranium,
cooperiens cranium”, 23.
“Departida la gula o cuello según la longura delantera”, cau 17v. Tl, “Diviso
collo secundum longitudinem anterius”, 32.
“tenantes o cuerdas movientes la cabeça y el cuello”, cau 18v. Tl, “tendones
moventes caput et collum”, 33.
30 En el testimonio manejado alterna el uso de e, y como conjunción copulativa, que
respetamos, aunque utilizamos y para resolver el llamado signo tironiano.
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“El huesso furcal [...] tiene dos brancas o partes”, cau 18v-19r. Tl, “Os
furculæ habet duo brachia”, 34.
“Sobre esse coraçón a resfriar lo volatiza o avienta el pulmón”, cau 20v. Tl,
“Super ipsum cor ad eius refrigerationem volitat pulmo”, 38.
“El pulmón tiene cinco penchas o globos o plumas, las dos en la parte siniestra
y las tres en la diestra”, cau 20v. Tl, “Pulmo autem habet quinque lobos,
duos in parte sinistra, tres vero in dextra”, 38.
“El estómago [...] tiene dos o tres picheres o açumbres del vino”, cau 22r.
Tl, “continet duo vel tres pintas vini”, 42.
“Tumor o inchazón”, cau 25v. Tl, “tumor”, 51.
“La materia caliente más prestamente romadiza o corre”, cau 26r. Tl,
“Promptius materia calida difluit”, 52.
“ruptorio o medicina cáustica”, cau 28r. Tl, “ruptorio”, 55.
“azeite de camomilla y el masticinio o almastiaca”, cau 28v. Tl, “oleum
camomillæ atque mistichinum”, 56.
“pásese con ptisana o cevada cocha, leche de almendras y con ordiato o cevada
cocha bien picada, mesuradamente beva”, cau 30r. Tl, “Sit contentus
ptisana et lacte amygdalarum et hordeato, sobrie vivat”, 60.
“escara o quemamiento”, cau 31r. Tl, “eschara”, 62.
“Cuando comiença el bullimiento causa es del carbúnculo y de la pruna y
del fuego pérsico o sacro o de sant antón o de sant marçal”, cau 31r. Tl, “dum
incipit ebullitio, causa est carbunculi et prunæ et ignis persici sive sacri”, 62.
“las úlceras de las vergonçosas cosas o genitivos”, cau 185r. Tl, “ulcera pudendorum”,
412.
“El v capítulo, de la anotomía de los huessos y cartilágines y ternillas y de
las uñas y de los pelos”, cau 3r31. Tl, “Capitulum quintum, de anatomia
ossium, cartilaginum, unguium et pilorum”, 10.
“En las extremidades y cabos de los miembros”, cau 15r. Tl, “In extremitatibus
membrorum”, 26.
“Todas las cortaduras e incisiones de la cabeça”, cau 16v. Tl, “Omnes incisiones
capitis”, 29.
31 Otros usos del mismo par son los siguientes: cartílago y ternilla, cau 15v, que corresponde
al latín cartilago, 27. Otras veces, cau 18v, por ejemplo, traduce directamente
cartilagines por ternillas. Son mucho cartillaginosos y ternillosos [referido a los huesos del
tórax], cau 20r. Tl, “sunt multum cartilaginosa”, 37; o “La parte cartilaginosa y de las
ternillas es en dos maneras”, cau 17r. Tl, “Pars cartilaginosa est duplex”, 30.
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“Foya y vacuidad”, cau 20r. Tl, “fovea”, 37.
“A los testículos y compañones”, cau 20r. Tl, “ad testiculos”, 38.
“Para firmar y fortificar y corroborar ese coraçón”, cau 20v. Tl, “ad firmandum
et roborandum ipsum”, 38.
“Passa también la vena cóncava y socavada subiente”, cau 20v. Tl, “transit
etiam vena cava ascendens”, 38.
“Para expeler y alançar las superfluidades”, cau 20v. Tl, “ad expulsionem
superfluitatum”, 39; “Es de dos túnicas y sayas, [...] la nerviosa de dentro
con vilos o filos longitudinales para atraer”, cau 22r. Tl, “constat duabus
tunicis [...] nervosa vero intrinsecus, cum villis longis, ad attrahendum”, 42.
“Túnicas y coberturas”, cau 24r. Tl, “tunicas”, 46.
“llagados y úlcerados”, cau 31r. Tl, “ulcerati”, 62.
“El emplasto de arnaglosa y de llantén”, cau 31v. Tl, “emplastrum de arnoglossa”,
63
“Ordénese a él pues casa clara y luminosa y sea vociferado e infestado y perturbado
de bozes y palabras y no sea dexado dormir sino poco”, cau 31v-
32r. Tl, “Præscribatur ergo mansio luminosa et inclemetur et parum
finatur dormire”, 64.
En algún caso, pocos, sin conjunción:
“Cirurgiano [...] Los accidentes no pretermita ni dexe, porque ellos a las
vezes su causa sobrepujan y toda la cura prevarican, falsifican y perverten,
en el I ad Glauconen”, cau 11r. Tl, “Accidentia non prætermittat nam
aliquoties ipsa suam causam superant et totam curam prævaricant et perventuntur,
ut in primo ad Glauconem scribitur”, 8.
“pletoría hinchimiento”, cau 30r. Tl, “plethora”, 60.
“Baucia, raíz de pastinaca, cenoria”, cau 185v. Tl, “Baucia, radix pastinacæ”,
413.
Finalmente, hemos observado también que pueden reducirse pares
latinos, lo que sucede en muy contadas ocasiones:
“Considerarás también las grandes venas y arterias que enramadas cerca de
la fúrcula suben por los lados del cuello a las partes superiores, las cuales
guidegi y apopletice profundas o subiectales se nombran, el cortamiento
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T e s t imonios ci ent í f icos medi e val e s cas t e l lanos
de las cuales es muy peligroso”, cau 18r. Tl, “Considerabis etiam magnas
venas et arterias, quæ ramificatæ iuxta claviculam ascendunt per latera
colli ad partes superiores. Venæ, guidegui seu iugulares dicuntur, arteriæ
vero apoplecticæ profundæ et subetales nuncupatur quarum incisio est
valde periculosa”, 33.
El traductor del tratado de Patología 32 ofrece en muchos casos el
propio término árabe junto al romance (Vázquez de Benito 2009):
“Tome cada día xarope de prunas o xarope de las dos milgranas o aliraleb”,
trm 1r, para traducir el árabe alif al-habb.
“Purgue el dollente con pílloras d’alcén o auree”, trm 4r, árabe habb al
dhahab.
Todas estas intervenciones están motivadas por la finalidad, lógica
en quien traduce, de transmitir al lector un texto asequible, que no
le plantee dificultades de comprensión.
Las enciclopedias, que recogen un saber menos crítico y tienen
una finalidad más divulgativa, siguen el mismo sistema.
En definitiva, el traductor medieval está presente en el texto
como intermediario entre el autor y el lector y asume un papel activo
en la transmisión del saber. No en vano, traducir, trasladar al romance
o vulgarizar, significó en la Edad Media interpretar la obra y
exponerla para los lectores (Morrás 1993, 416).
Conclusión
Este recorrido por los tratados médicos y enciclopédicos castellanos
de la Baja Edad Media se ha planteado como un acercamiento a los
problemas léxicos con los que se enfrentaron quienes participaron
de alguna manera en el proceso de vernacularización de la ciencia y
como un análisis de la manera en que actuaron para resolverlos; la
32 Posiblemente es éste, el único testimonio traducido directamente del árabe, según
ha mostrado Vázquez de Benito (2009), a diferencia de las obras de F. López de Villalobos
y de Diego el Covo, que se tradujeron a partir de versiones latinas del Canon.
34 Relaciones 135, verano 2013, pp. 13-38, issn 0185-3929
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finalidad de facilitar la comprensión de sus escritos determinó el
modo en que se enfrentaron a ellos. La terminología de la que se
sirvieron, básicamente latina, aunque con presencia significativa de
helenismos y arabismos, se tomó de las fuentes de manera bastante
literal y se acompañó, como hemos visto, de explicaciones, de aclaraciones
de todo tipo y de sinónimos, entre los cuales entraron a
veces palabras del registro popular (ñudo de la gola, niñeta, casco,
tiesto, pintas, ternillas, etcétera). En este sentido, tanto las explicaciones
de voces como el uso de pares léxicos se convirtieron en recursos
fundamentales que ayudaban en la presentación e interpretación de
temas que hasta este tiempo habían usado sobre todo el latín como
lengua de transmisión. Buena parte de la terminología medieval se
perdió en los siglos siguientes, pero aquí hallamos las bases sobre las
que se iría asentando el lenguaje médico de la anatomía y patología,
e incluso de otras ciencias relacionadas, como la farmacología o la
botánica, pues no debemos perder de vista la amplitud e importancia
de la medicina medieval.
Queremos destacar finalmente que los traductores desempeñaron
un papel importante en la transmisión de los textos científicos;
interpretaron y asumieron la finalidad didáctica de las obras que trasladaban
y contribuyeron activamente a reforzarla en la medida en
que podían hacerlo, interviniendo con aclaraciones de distinto tipo,
pero siempre acordes a la tradición; es posible que puedan distinguirse
diferencias de grado, pero la actitud es la misma e inequívoca en
todos. Esto apunta a que el género de las obras es un factor determinante
en la traducción medieval. Siguiendo la pauta de los autores
que traducían, trataron de trasladar al castellano con la mayor claridad
posible los términos científicos y técnicos que encontraban, pero
no se propusieron crear ni fijar una terminología específica.
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