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Mestizofilia, biotipología y eugenesia en el méxico posrevolucionario: hacia una historia de la ciencia y el estado, 1920-1960

C O N T E N I D O Saber, creencia y corporalidad PRESENTACIÓN Miruna Achim LAS ENTRAÑAS DEL PODER: UNA AUTOPSIA MICHOACANA DEL SIGLO XVIII Frida Gorbach MUJERES, MONSTRUOS E IMPRESIONES EN LA MEDICINA MEXICANA DEL SIGLO XIX Alexandra Stern MESTIZOFILIA, BIOTIPOLOGÍA Y EUGENESIA EN EL MÉXICO POSREVOLUCIONARIO: HACIA UNA HISTORIA DE LA CIENCIA Y EL ESTADO, 1920-1960 Héctor Santiesteban EL MONSTRUO Y SU SER 11 15 39 57 93 C O N T E N I D O D O C U M E N T O HALLAZGO DE UN MANUSCRITO INÉDITO DEL DOCTOR FRANCISCO HERNÁNDEZ: MATERIA MEDIÇINAL DE LA NUEUA ESPAÑA (Presentación de Miguel Figueroa-Saavedra) M I S C E L Á N E A Mario Teodoro Ramírez EL TIEMPO DE LA TRADICIÓN Carlos Herrejón Peredo MARCEL BATAILLON Y EL HUMANISMO MEXICANO EN EL SIGLO XVI María Aparecida de S. Lopes LA ECONOMÍA GANADERA EN CHIHUAHUA: LINEAMIENTOS GENERALES EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX R E S E Ñ A S Graciela Alcalá Moya CON EL AGUA HASTA LOS APAREJOS. PESCADORES Y PESQUERÍAS EN EL SOCONUSCO, CHIAPAS, 127 161 187 201 233 México, Centro de Estudios Superiores en Antropología Social, Centro de Investigaciones en Alimentación y Desarrollo y Centro de Investigaciones Superiores de México y Centroamérica de la Universidad de Ciencias y Artes del Estado de Chiapas, 1999 (MARIO H. RUZ, CENTRO DE ESTUDIOS MAYAS, UNAM) Javier Pérez Siller (coord.) MÉXICO-FRANCIA, MEMORIA DE UNA SENSIBILIDAD COMÚN, SIGLOS XIX-XX, México, BUAP, El Colegio de San Luis y CEMCA, 1998 (LAURA CHÁZARO, EL COLEGIO DE MICHOACÁN) Antonio Rubial García LA SANTIDAD CONTROVERTIDA, HAGIOGRAFÍA Y CONCIENCIA CRIOLLA ALREDEDOR DE LOS VENERABLES NO CANONIZADOS DE NUEVA ESPAÑA, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras y Fondo de Cultura Económica, 1999 (MANUEL RAMOS MEDINA, CENTRO DE ESTUDIOS DE HISTORIA DE MÉXICO, CONDUMEX) C O N T E N I D O 238 245 MESTIZOFILIA, BIOTIPOLOGÍA Y EUGENESIA EN EL MÉXICO POSREVOLUCIONARIO: HACIA UNA HISTORIA DE LA CIENCIA Y EL ESTADO, 1920-1960 A l e x a n d r a S t e r n U N I V E R S I D A D D E C H I C A G O / U N I V E R S I D A D D E M I C H I G A N R E L A C I O N E S 8 1 , I N V I E R N O 2 0 0 0 , V O L . X X I 5 9 INTRODUCCIÓN* n 1945, casi 15 años después de que la Sociedad Mexicana de Eugenesia fue fundada con el lema “Para el mejoramiento de la raza”, su director por mucho tiempo, Alfredo M. Saavedra, publicó el primero de varios tratados concernientes al trabajo social y la medicina. Intitulado simplemente Una lección de trabajo social, ese libro afirmó que la clave para la integración nacional, la armonía étnica y el desarrollo de agencias de bienestar social efectivas era la biotipología.1 A la vez una teoría de la diferenciación humana y una nueva forma de diagnóstico medicalizado, la biotipología rechazó el determinismo biológico reduccionista que definía a los individuos únicamente a partir de las categorías absolutas de “raza” y nacionalidad. Pretendía, en vez de esto, clasificar a los seres humanos como “biotipos”, caracterizados por una compleja mezcla de factores relacionales de acuerdo con las categorías –aparentemente neutrales– de norma, promedio y media. Integral a las visiones del cuerpo político en Italia, Francia y los Estados Unidos durante el periodo entre las guerras, la biotipología jugó un papel de crítica importancia asimismo en la reimaginación de la nación mexicana en las décadas de 1940 y 1950 y sus fantasmas taxonómicos aún acechan a las disciplinas de antropología, criminología y sociología. En este artículo trazo la emergencia de la biotipología y relaciono esa historia con los cambiantes patrones de racialización y pensamiento médico en el México del siglo XX. Por un lado, analizo críticamente las teorías y estrategias empleadas por las élites posrevolucionarias entre los años de 1920 y 1960 para describir y clasificar al cuerpo político. Por el otro, vinculo este complejo repertorio de E * Los fondos para esta investigación fueron proveídos generosamente por una beca Fulbright-Hays y otra beca para investigación de tesis del Social Science Research Council International. Quiero agradecer a los siguientes individuos por sus lúcidos comentarios y críticas: Claudio Lomnitz, María Teresa Koreck, Carlos González Herrera, Ilona Katzew, Howard Markel y Paul Liffman, el meticuloso y preceptivo editor del Center for Latin American Studies. También mi reconocimiento a Laura Suárez, encantadora acompañante en los archivos médicos de la ciudad de México. 1 Alfredo M. Saavedra, Una lección de trabajo social, México, 1945. ALEXANDRA STERN 6 0 ideas y objetos a los más amplios acontecimientos trasnacionales en los campos de la demografía, la fisiología y la antropología. Esta anatomía crítica sugiere que las metodologías modernas de categorización de la sociedad, a menudo asociadas con la “cultura”, debían mucho a la eugenesia y, además, que durante ese periodo aspectos importantes de la construcción de la nación mexicana tuvieron mucho en común con las políticas fascistas de Italia y el emergente estado asistencial en los Estados Unidos. LA MESTIZOFILIA: DESDE EL PORFIRIATO AL PERIODO POSREVOLUCIONARIO Como muchos historiadores han mostrado, durante el porfiriato (1876- 1910) los científicos como Vicente Riva Palacio, Francisco Pimentel y Agustín Aragón rechazaron explícitamente las teorías biológicas que concebían al mestizo como el epítome de la humanidad degenerada. En su lugar, ellos vieron en el mestizo la combinación híbrida, viril y vigorosa, del europeo con el indio. Esta temprana veneración de lo mestizo fue llevada a un nuevo nivel por Andrés Molina Enríquez en 1909 cuando publicó su obra, Los grandes problemas nacionales, donde esbozó lo que un autor ha llamado la “mestizofilia” como una doctrina para la construcción de la nación y del nacionalismo.2 Molina logró su reinterpretación del mestizaje, sin embargo, al invertir y reordenar las teorías basadas en las jerarquías evolucionarias coloniales. La mestizofilia constituía una forma peligrosa de la genuflexión; predicada en el “triunfo de una raza o color”, y se fincaba precariamente en doctrinas “diseñadas para legitimar el imperialismo de la raza blanca”.3 2 Tomo el término mestizofilia de Agustín Basave Benítez, México mestizo: análisis del nacionalismo mexicano en torno a la mestizofilia de Andrés Molina Enríquez, México, Fondo de Cultura Económica, 1992. También he sido influida por la obra de Claudio Lomnitz, quien explora las paradojas de la mestizofilia desde la colonia hasta el periodo moderno. Véase su libro, Exits from the Labyrinth: Culture and Ideology in the Mexican National Space, Berkeley, University of California Press, 1992. 3 Basave Benítez, México mestizo, 92. MESTIZOFILIA, BIOTIPOLOGÍA Y EUGENESIA 6 1 La tensión en la obra de Molina –por el deseo de lograr una raza híbrida que fuera al mismo tiempo homogénea y “pura”– caracterizó el culto del mestizo de las décadas de 1920 y 1930 e impregnó los escritos de Manuel Gamio y José Vasconcelos. Según han enfatizado varios historiadores, la mestizofilia de Gamio giraba en torno al indio, cuya asimilación en la sociedad constituía la única manera de asegurar una exitosa homogeneización del cuerpo político. Aun cuando rechazó las nociones americanas de la superioridad biológica, Gamio fincó su indigenismo en principios eugenistas, al atribuir al mestizo la pureza y vincular ese icono al impoluto y noble indio. En esta jerarquía racial invertida, los indios no se vieron como indolentes, pueriles e irracionales, sino alertas, resistentes y metafísicos. Más importante aún, Gamio introdujo por la puerta trasera la teoría de recapitulación del zoólogo alemán Ernst Haeckel, al sugerir que para hacerse fuerte el criollo civilizado debía “indianizarse” e infundirse con la vitalidad mítica y resistente de los aztecas y mayas.4 Por un lado, Gamio idolatraba al valiente indio y al pasado precolombino. Por el otro, miraba hacia el futuro e insistía en la necesidad de emprender estudios antropológicos de gran alcance sobre los múltiples grupos indígenas del país. Vasconcelos, sin embargo, se encaminaba en otra dirección. El imaginaba al mestizo como el faro espiritual de la civilización hispánica. También obsesionado con la idea de la homogeneización y convencido de la necesidad de incorporar al indio, Vasconcelos esperaba que el mestizaje pudiera contrarrestar la fuerza nefasta de la “raza” materialista anglosajona y el rapaz imperialismo de los Estados Unidos. Publicado en 1925, su libro clásico, La raza cósmica, invocó los principios de la genética de Mendel para argumentar que una “raza” híbrida perfecta que combinaba los rasgos superiores de los indios, los asiáticos, los blancos y los negros podría producirse al seguir una “eugenesia misteriosa de gusto estético” en vez de la “eugenesia científica”.5 4 La influencia de Haeckel fue notada por David A. Brading, “Social Darwinism and Romantic Idealism: Andrés Molina Enríquez and José Vasconcelos in the Mexican Revolution”, en su Prophecy and Mith in Mexican History, Cambridge, Center of Latin American Studies, 1984. 5 José Vasconcelos, La raza cósmica, México, Espasa, 1943 [1925], 42. ALEXANDRA STERN 6 2 Al distanciarse de los científicos porfirianos, a quienes veía como fuertemente “casados” con Darwin y Comte, Vasconcelos propuso una reinterpretación radical de aquellas doctrinas de “razas” puras que habían dejado atrapados a los positivistas dentro de la imaginación racial de las teorías europeas. Escribió que los intelectuales mexicanos “habían sido educados bajo la humillante influencia de una filosofía concebida por nuestros enemigos […] A partir de esa situación hemos llegado a creer en la inferioridad del mestizo, en la desesperanza del indio, en la condena del negro, y en la decadencia irreparable del oriental”.6 La eugenesia espiritual podría animar a una nueva, quinta “raza,” capaz de trascender a las otras cuatro en todos los sentidos y juntar en “una feliz síntesis, los elementos de la belleza, que hoy se hallan esparcidos en distintas gentes”.7 Ante un público que él y Gamio compartieron en la Universidad de Chicago en 1926, Vasconcelos anunció que había “empezado a predicar el evangelio del mestizo al intentar establecer en las mentes de la nueva raza una conciencia de su misión como edificadores de conceptos de vida totalmente nuevos”.8 Donde Gamio fincaba su mestizofilia en la veneración del indio, Vasconcelos, a final de cuentas, se comprometía con lo criollo o lo hispánico. 9 Las contradicciones discursivas implicadas en la elaboración de un icono nacional híbrido a partir de teorías biológicas y genéticas fincadas en la existencia de la homogeneidad racial significaron que el mestizo no tenía una base lógica en que pudiera sostenerse. En su astuto análisis de Gamio y Vasconcelos, Alan Knight arguye que “el indigenismo tendía a reproducir muchas de las presupuestos racistas del ‘occidentalismo’ precedente que formalmente desafiaba. Lo hizo porque aun ahí donde reaccionaba en contra del racismo porfiriano, siguió operando dentro del paradigma racista”.10 6 Ibid., 47. 7 Ibid., 42. 8 Manuel Gamio y José Vasconcelos, Aspects of Mexican Civilization, Chicago, University of Chicago Press, 1926, 95. 9 Basave Benítez, México mestizo, 133. 10 Alan Knight, “Racism, Revolution and Indigenismo: Mexico 1910-1940”, en Richard Graham, ed., The Idea of Race in Latin America, 1870-1940, Austin, University of Texas Press, 1990, 87. MESTIZOFILIA, BIOTIPOLOGÍA Y EUGENESIA 6 3 EL MOVIMIENTO EUGENISTA MEXICANO Y LA MESTIZOFILIA A lo largo de la década de 1920 empezó a surgir en México un movimiento eugenista compuesto principalmente de médicos, muchos de los cuales estuvieron activos en los círculos de los llamados científicos. Embravecidos por el lenguaje posrevolucionario de la reconstrucción, los eugenistas como Gamio y Vasconcelos imaginaban un cuerpo político vigoroso, productivo y homogéneo. En vez de fincar su plan para la transformación de la sociedad en las teorías de Mendel, sin embargo, la mayoría de los eugenistas siguió abogando por las concepciones de Lamarck acerca de la herencia, que fueron tan populares entre los positivistas del Porfiriato. Aun cuando hubo algunas excepciones, hasta los años de 1940 la eugenesia en México giraba en torno a la creencia en la herencia de características adquiridas y era definida tanto por el pesimismo como por el optimismo que esa perspectiva vislumbraba. Por una parte, los eugenistas mexicanos –como los médicos positivistas que establecieron la Sociedad Mexicana Sanitaria y Moral de Profilaxis de las Enfermedades Venéreas en 1908– temían a las consecuencias a largo plazo de los “venenos raciales”, tales como la sífilis, la tuberculosis y el alcoholismo, y organizaron sus campañas más férreas alrededor de las cuestiones de sexualidad y reproducción. Por la otra, participaron en la mestizofilia que definía al nacionalismo posrevolucionario y que teñía los proyectos culturales de la construcción del Estado en los campos de la educación, la salud pública, la arquitectura y las bellas artes. El apego constante de los eugenistas a las teorías de Lamarck y al organicismo de Comte apaciguó las contradicciones del culto al mestizo y reafirmó el Plan Maestro de la homogeneización. El punto de vista del doctor Alfredo Correa, quien fundó la Sociedad Mexicana de Eugenesia junto con Alfredo Saavedra en 1931 era común: a mediados de la década de 1930 escribió que el mestizaje es el problema y al mismo tiempo la solución. Es el problema porque estamos investigando los métodos para lograrlo y hasta cierto punto acelerar- ALEXANDRA STERN 6 4 lo. Es la respuesta porque, una vez realizada, la raza nacional será única, un modelo que hemos observado en otros países [y] cuyo resultado es el crecimiento y el progreso, además del bienestar colectivo.11 La mestizofilia de los eugenistas rara vez se traducía en llamados a la cohesión nacional basados en la exclusión de los grupos etiquetados como “indeseables,” tales como los chinos, los africanos, los sirios, los judíos y los gitanos. Una virulenta sinofobia, impregnada de un lenguaje tomado directamente de la teoría de la degeneración fue una faceta significativa de los dictados excluyentes del nacionalismo mexicano en las décadas de 1920 y 1930, pero los eugenistas no participaron en las agitaciones contra los chinos o los judíos. Por ejemplo, la Sociedad Mexicana de Eugenesia y el Comité Pro-Raza de la Ciudad de México –que redactó legislación racista y estigmatizó a los chino-mexicanos y, más tarde, a los judíos que huyeron del alemán nazi– sólo tuvo un miembro en común, un general militar y editor de la revista anticlerical y jingoísta La Patria.12 Era poco común escuchar a eugenistas con voces tan vitriólicas como la del doctor Antonio F. Alonso, quien habló ante el Primer Congreso del Niño en 1921. Alfonso defendía “la aprobación de una ley de inmigración sabia y preventiva, que favorece el ingreso al 11 Alfredo Correa, “La eugenesia y su importancia”, en Pasteur 9:2:4 (octubre de 1936), 73-76. Desde un principio Correa se mostraba optimista acerca de las posibilidades del mestizaje. En un artículo de 1933 escribió, “[la meta es] estudiar si el mestizaje es favorable y, de ser así, cuáles elementos son más favorables. Para no tener prejuicios raciales [lo más favorable] podría ser la [raza] blanca, la negra o la amarilla”, Correa, “Importancia de la eugenesia ante el criterio del estado”, en Pasteur 6:2:6, diciembre de 1933, 151-164. 12 El general Cristóbal Rodríguez era miembro de la Sociedad Mexicana de Eugenesia en los años de 1930. Publicó artículos de Saavedra en La Patria y fue miembro fundador del Comité Pro-Raza de la Ciudad de México cuando éste fue establecido en 1933. Sobre la sinofobia véase José Jorge Gómez Izquierdo, El movimiento antichino en México (1871-1934), México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1991. Para una excelente discusión del Comité Pro-Raza y su relación con las actividades antichinas, antisemitas y profascistas, véase Ricardo Pérez Monfort, “Por la patria y por la raza: la derecha secular en el sexenio de Lázaro Cárdenas”, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1993. MESTIZOFILIA, BIOTIPOLOGÍA Y EUGENESIA 6 5 país de individuos de raza blanca y restringe hasta donde sea posible los individuos de las razas negra y amarilla”.13 Más a menudo, los eugenistas mexicanos repitieron la visión de la integración predicada por Correa e invocaban la figura del mestizo sin referencia a ninguna otra “raza”. Esta ausencia expresaba su deseo (jamás articulado) de que el resultado eventual de la mezcla racial implicara la desaparición paulatina del proceso del mestizaje del panorama nacional, y la ascendencia concomitante de los blancos o criollos. El corolario de la mestizofilia eugenista casi siempre yacía oculto en el discurso utópico de la inclusión, que más bien elogiaba el potencial del indio que divulgar la preferencia de un cuerpo político de tez más pálida. En lo que se puede interpretar como un lapsus, el doctor Rafael Carrillo, un incansable eugenista involucrado en la asistencia a los niños y la ginecología clínica, destapó esta visión en una larga plática ante la Sociedad Mexicana de Eugenesia en 1932. Al iniciar con la declaración de que “no existía ningún humano que fuera descendiente racialmente puro”,14 Carrillo siguió esbozando los tres problemas que enfrentaba la eugenesia mexicana: la etnicidad y etnología, la herencia y la inmigración. Tras enfatizar la importancia de una ley de inmigración selectiva, añadió que “es también cierto que si el mestizaje sigue indefinidamente, desaparecerá con el tiempo, pues la raza blanca, siendo superior, prevalecerá sobre las [razas] inferiores negra e india”.15 Por lo general, sin embargo, comentarios abiertamente racistas como éste quedaban debajo de la superficie, y la ansiedad por la dirigencia del mestizaje puede discernirse más fácilmente en los repetidos llamados de los eugenistas por un censo antropológico de cada habitante de la república, conducido por el Estado. Al catalogar a cada cuerpo dentro de los límites territoriales 13 Antonio F. Alonso, “La herencia eugénica y el futuro de México”, en Memoria del Primer Congreso Mexicana del Niño, México, 1921, 37. Alonso fue asimismo uno de los primeros biólogos en introducir en México las teorías de la “soma” y del “germen” de August Weissman. Véase su “Trascendencia de la biología”, en Revista Mexicana de Biología, 1:3, enero de 1921, 109-115. 14 Rafael Carrillo, “Tres problemas mexicanos de eugenesia: etnografía y etnología, herencia e inmigración”, en Revista mexicana de puericultura, 3:25, noviembre de 1932, 5. 15 Carrillo, “Tres problemas mexicanos”, 9. ALEXANDRA STERN 6 6 del Estado, los eugenistas esperaban recopilar datos que harían de la mezcla racial un proyecto posrevolucionario exitoso. Tomando como ejemplo a J. Joaquín Izquierdo –uno de los más prominentes fisiólogos del país, participante en el Segundo Congreso Internacional de Eugenesia y colaborador con Gamio en un estudio científico del valle central de México– los eugenistas mexicanos rogaron al Estado llevar a cabo toda una gama de proyectos demográficos y genealógicos. En una conferencia presentada cuando era presidente de la sección de eugenesia en el Segundo Congreso Mexicano del Niño en 1923, Izquierdo recomendó que las agencias de salud pública emprendieran una variedad de iniciativas eugenistas. La más importante fue “un estudio serio de la distribución de la gran familia mexicana; para determinar las características del indio, del criollo y del mestizo, y averiguar precisamente los resultados de sus uniones a fin de determinar de una vez por todas cómo exaltar las cualidades del mexicano y descartar sus defectos”.16 Muchos eugenistas mexicanos también hicieron eco de la recomendación propuesta por Carrillo diez años más tarde: “dado el verdadero mosaico de razas que compone a los habitantes de nuestro territorio, es necesario que el eugenista –a fin de orientarse– inicie de inmediato un estudio de todos los rasgos antropométricos que distinguen a las razas entre sí”.17 Durante la década de 1930 Alfredo M. Saavedra, fundador y secretario de la Sociedad Mexicana de Eugenesia, insistió en la elaboración de un compendio de esa información, al aducir que permitiría a los eugenistas determinar cuales grupos eran más asimilables a la sociedad mexicana. En su libro de 1934, La eugenesia y la medicina social, Saavedra definió el concepto de asimilabilidad cuando apeló a una idea popular en muchos otros países latinoamericanos, que sostuvo que las “razas” “próximas” o “cercanas” producían mezclas robustas, mientras que el cruce de “razas” “distantes” daba lugar a progenie indeseable: 16 J. Joseph Izquierdo, “Necesidad de que en México emprenda el estado estudios de eugenesia”, en Medicina 3:32, febrero de 1923, 190. Esa conferencia fue reeditada también en Eugenesia en 1932. 17 Carrillo, “Tres problemas mexicanos”. MESTIZOFILIA, BIOTIPOLOGÍA Y EUGENESIA 6 7 No todas las razas [pueden] mezclarse de manera compatible; desde el punto de vista biológico o social no todas pueden amalgamarse para producir una mezcla deseable; hay familias que se degeneran al mezclar o cruzarse, mientras que otras se mejoran. Para una buena mezcla uno necesita saber cómo decidir, y debe requerir que las razas que se fusionen no retengan sus antecedentes, que borren los estigmas de sus respectivas culturas, [y] que cierren las distancias que las separan, ya que volverán a vivir nuevamente en la misma tierra.18 Durante las décadas de 1930 y 1940 las preocupaciones por los posibles desenlaces de la mezcla racial permanecieron en buena medida sumergidas, expresadas a veces en un lenguaje ambiguo de la diferencia biológica. A pesar de sus ansiedades por la degeneración, por ejemplo, en ninguno de sus escritos identificó Saavedra específicamente a un cierto grupo étnico o racial como preferible a otro. Al igual que muchos otros eugenistas empleados en la administración posrevolucionaria en los campos de salud pública, educación y trabajo social, Saavedra –a la vez activista en la cruzada de prohibición patrocinada por el Estado a principios de la década de 1930 y en el Sindicato de Médicos– había jurado lealtad al culto del mestizo.19 Es significativo que la elisión de Saavedra fuera al mismo tiempo una estrategia de racialización oficial; la ilusión de una nación mestiza homogénea fue reforzada por las categorías enumerativas del censo de 1930. Adiferencia del censo porfiriano 18 Saavedra, Eugenesia y medicina social, México, 1934, 119. Tocante a la popularidad de la distinción entre las razas distantes y próximas en Latinoamérica, especialmente en Brasil, véase Lourdes Martínez-Echazábal, “Mestizaje and the discourse of National/ Cultural Identity in Latin America, 1843-1959”, en Latin American Perspectives, 100:25:3, mayo de 1998, 21-42. 19 Desde 1930 a 1950 Saavedra contribuyó con docenas de artículos sobre la eugenesia y el trabajo social en Acción médica, el periódico oficial del Sindicato de Médicos Nacional y de la ciudad de México. Miembro de esa organización, fue activo asimismo en un Sindicato de Maestros en la ciudad de México (véanse credenciales y otra efímera, Archivo Personal de Aurora Saavedra, ciudad de México). Relativo a su participación en la cruzada en contra del alcohol del régimen de Calles, véase la carta de Saavedra y Correa al presidente Abelardo L. Rodríguez del 19 de enero de 1933. Fondo, Presidentes, Sección, ALR, Item: 573/4, Archivo General de la Nación (AGN). ALEXANDRA STERN 6 8 y del censo posrevolucionario de 1921, la versión de 1930 no clasificó a los habitantes de acuerdo con la “raza”, un concepto que sus redactores juzgaron inválido y no científico.20 Los criterios de la demografía del Estado fueron influidos por la eugenesia de otra manera, también significativa. Desde fines del siglo XIX los positivistas habían condenado los argumentos de Malthus acerca de la escasez de los recursos humanos y la necesidad implícita de controlar el crecimiento de la población, al afirmar que el problema era la adecuada distribución y no la cantidad absoluta de dichos recursos. Además, muchos creían que la productividad de México seguía rezagada respecto de la de otros países occidentales debido a la subpoblación y a la subutilización de la tierra. No obstante, mientras la mayoría de los científicos había alentado al crecimiento poblacional mediante la colonización europea, los eugenistas –animados por ambos, la mestizofilia y la expectativa, según Lamarck, de que las eventuales mejorías en la herencia se lograrían a través de medidas ambientales y profilácticas– favorecían el crecimiento natural. Una preocupación por los elevados índices de mortalidad infantil y las múltiples enfermedades de la niñez (exacerbados por los trastornos revolucionarios de los años de 1910), fue de importancia crítica para el desarrollo del movimiento eugenista. En parte por esas razones, el pronatalismo fue una característica constante del movimiento eugenista mexicano. Influidos por la eugenesia francesa y más aún por el campo de la puericultura, que se enfocaba a la evolución del niño desde su concepción hasta la adolescencia, los eugenistas mexicanos vincularon una aversión retórica a las teorías de las “razas” puras con un plan para el aumento cualitativo y cuantitativo de la densidad poblacional.21 20 Véase Luis A. Astorga A., “La razón demográfica de estado”, en Revista mexicana de sociología, enero-marzo de 1989, 193-210. En un excelente artículo sobre Ecuador, A. Kim Clark arguye que las estadísticas y la demografía del Estado jugaron un papel integral en la construcción de una ideología nacional del mestizo. Véase Clark, “Race, ‘Culture’, and Mestizaje: The Statistical Construction of the Ecuadorian Nation, 1930-1950”, en Journal of Historical Sociology, 11:2, junio de 1998, 185-211. 21 Véase William H. Schneider, Quality and Quantity: The Quest for Biological Regeneration in Twentieth-Century France, Cambridge, Cambridge University Press, 1990, especialmente el capítulo 3. Véase asimismo Stepan, “The Hour of Eugenics”, 76-82. MESTIZOFILIA, BIOTIPOLOGÍA Y EUGENESIA 6 9 Las propuestas para lograr esa transformación demográfica del país fueron formuladas principalmente por el economista Gilberto Loyo. Primer demógrafo profesionalmente formado del país, Loyo estudió con el fascista italiano Corrado Gini en la Universidad de Roma a principios de la década de 1930. Tras su regreso a México, Loyo estableció el Comité Mexicano para el Estudio de los Problemas de Población y empezó a colaborar muy de cerca con las administraciones del Maximato (Plutarco Elias Calles y sus sucesores seleccionados entre 1924 y 1934) y de Lázaro Cárdenas (1934-1940). En 1934, por ejemplo, el PNR (Partido Nacional Revolucionario) publicó un tratado que Loyo había escrito en Italia acerca de los problemas demográficos.22 Un año después, apareció su obra La política demográfica en México, que consta de casi 500 páginas y fue elaborada en el Instituto de Estudios Sociales, Políticos y Económicos del PNR.23 Ese documento reitera muchas de las teorías demográficas de Gini, que enfatizaban el poder de los números y la necesidad de buscar un tamaño “óptimo” de la población. Abre con un ataque contra Malthus para luego abogar a favor de un rápido, pero juicioso, crecimiento natural guiado por los principios revolucionarios del PNR.24 La Política demográfica en México se lee como una lista de deseos de los eugenistas, pues apoya las campañas contra la mortalidad infantil y a favor de medidas de salud pública, los certificados prematrimoniales, la inmigración selectiva de extranjeros “asimilables”, la repatriación de los nacionales mexicanos en los Estados Unidos y el fortalecimiento del mestizo mediante programas diseñados para modernizar al indio. La mayor parte de las recomendaciones con que concluye ese libro se convirtió en dogma oficial en 1936 cuando Cárdenas decretó la Ley General de Población. Con estipulaciones tocantes al crecimiento interno, la migración y la naturalización, esa ley instó a la “fusión de todos los gru- 22 Gilberto Loyo, Las deficiencias cuantitativas de la población de México y una política demográfica nacional, México, PNR, 1934. 23 Gilberto Loyo, La política demográfica de México, México, Ministerio de Prensa y Propaganda, 1935. 24 Sobre la política de Gini en el contexto del fascismo italiano, véase David G. Horn, Social Bodies: Science, Reproduction, and Italian Modernity, Princeton, Princeton University Press, 1994. ALEXANDRA STERN 7 0 pos étnicos de la nación” y a “la protección, conservación y mejoramiento de la especie, dentro de los límites y a través de los procedimientos plasmados en esta ley”.25 En 1939 las inclinaciones eugenistas de Loyo condujeron a un acuerdo conjunto entre el Comité Mexicano para el Estudio del Problema de Población y la Sociedad Mexicana de Eugenesia para llevar a cabo un estudio demográfico de gran alcance de la población aún extremadamente heterogénea, para promover la redistribución de personas y tierras y para poner en vigor restricciones selectivas respecto de la migración.26 Como miembro de la Sociedad Mexicana de Eugenesia en la década de 1940, Loyo contribuyó a las continuas discusiones acerca de la densidad de la población y el uso de la tierra y siguió afirmando que el país debía “aumentar rápidamente su población y, más que nada, aumentar dramáticamente el nivel de la calidad de vida de sus habitantes, para así cumplir el destino histórico de México”.27 Aun cuando el plan de Loyo para reestructurar el cuerpo político se fincaba en la demografía y la estadística social, se vinculaba muy de cerca también con las nociones novedosas del organicismo y la fisiología humana en México. Influida aun de otra manera por Gini, en los años de 1930 la eugenesia mexicana abrazó una nueva visión del corporativismo estatal. De acuerdo con su rechazo del escolasticismo y el ambientalismo porfirianos, los eugenistas fomentaron políticas que implicaban no sólo el conteo y la medición, sino la intervención activa de expertos en todos los campos de la sociedad. Siguiendo a Gini, cuyas ideas acerca de la política de población fueron de crítica importancia en la construcción de la Italia fascista, Loyo, Saavedra y toda una nueva generación de antropólogos, médicos y biólogos trazaron sus proyectos eugenistas transformativos en términos de un “nuevo organicismo” que tomaría el lugar del organicismo mecanicista de épocas anteriores. Al igual que Gini, para quien “las analogías elaboradas por los pensadores de antaño no fueron ‘sustanciales’ o ‘reales’, sino sólo ‘imaginarias’ o 25 Ley general de población, México, 1936. I. Astorga esboza la trayectoria de la carrera de Loyo en “La razón demográfica de estado”. 26 Véase Eugenesia, 2ª serie, 1:1, noviembre de 1939, 2-4. 27 Gilberto Loyo, “Los problemas de la población en México,” en Eugenesia 7:78, julio de 1946, 12. MESTIZOFILIA, BIOTIPOLOGÍA Y EUGENESIA 7 1 ‘formales’”, los eugenistas mexicanos buscaron las analogías ‘reales’ que permitirían a los planeadores sociales “extender hasta el dominio social las leyes que gobiernan a los cuerpos sociales.”28 Las teorías de Gini llegaron a formar parte de la demografía del Estado y de la medicina social tanto mediante sus lazos universitarios con Loyo como por sus vínculos más directos con el movimiento eugenista. En 1932 Gini asistió a una de las primeras reuniones de la Sociedad Mexicana de Eugenesia como miembro honorario; varios años más tarde organizó la Federación Internacional Latina de las Sociedades de Eugenesia que incluía entre sus miembros más activos a México.29 Al igual que en Italia, además, ese “nuevo organicismo” se relacionaba a la vez con una reconceptualización del Estado y una revolución en los acercamientos médicos a la enfermedad, a la salud y a la patología individual. De la misma manera en que durante el Porfiriato la mayoría de los positivistas mexicanos había condonado la visión del Estado y de la sociedad derivada de Comte como partes discretas que se encaminaban hacia una unidad integrada, así también los médicos veían a los múltiples órganos del cuerpo humano como unidades separadas que coexistían armoniosamente o bien tendían hacia la degeneración. Hacia fines del siglo XIX, sin embargo, el conocimiento de las enfermedades –especialmente de los padecimientos internos– era determinado normalmente por anatomistas tras la muerte. Conforme las teorías y los métodos del fisiólogo francés Claude Bernard llegaran a integrarse en la medicina mexicana, no obstante, la anatomía inerte del pasado fue superada por una concepción del cuerpo viviente como un organismo intricado y fluido.30 Sin embargo, esa transformación no dio lugar al abandono del determinismo. En la filosofía de Bernard, los límites de la vida, del funcionamiento humano y de la regulación corporal estuvieron sujetos a 28 Horn, Social Bodies, 21. 29 Tocante a Gini y la Federación Internacional Latín de las Sociedades de Eugenesia, véase Stepan, “The Hour of Eugenics”, 189-192. La asistencia de Gini a la reunión de la SME está anotada en el Boletín de la Sociedad Eugénica Mexicana (cuyo nombre fue cambiado al de Eugenesia más tarde en ese mismo año), 5, Secretaría de Educación Pública, 15, 1932, 1. 30 Fernando Martínez Cortés, La medicina científica y el siglo XIX mexicano, México, Secretaría de Educación Pública, 1995. ALEXANDRA STERN 7 2 leyes complicadas pero fijas que sólo podrían descubrirse en el laboratorio. Desde el punto de vista de Bernard, El dominio de la ley gobernaba las funciones de los organismos tan ciertamente como [gobernaba] la revolución de la tierra alrededor del sol. La aparente aleatoriedad o irregularidad de los seres vivientes se debe a su complejidad, no al indeterminismo. Dadas condiciones semejantes de los límites, eventos parecidos ocurren. Los médicos de cabecera tienen poco control sobre las condiciones de los límites [pero] el fisiólogo en el laboratorio tiene mucho más [control] cuando opera u observa a su animal experimental. Sin el principio del determinismo, no puede haber ciencia.31 LA FISIOLOGÍA Y EL NUEVO ORGANICISMO Durante los años de 1930 y 1940, y conforme los acercamientos de Bernard y el destacado médico de Harvard, Walter B. Cannon, llegaron a formar parte central de la medicina mexicana, el trabajo del laboratorio llegó a establecerse como la esencia de la objetividad y del progreso científico. Como en los casos de los avances en la ginecología, la bacteriología y la pediatría, los eugenistas estuvieron en la vanguardia de los cambios en los curricula, la perspectiva y la práctica clínica de la fisiología. Uno de los miembros más activos de la Sociedad Mexicana de Eugenesia, el doctor Fernando Ocaranza, quien fungió asimismo como Director de la Escuela Nacional de Medicina y Rector de la Universidad Nacional, fue uno de los dos médicos mexicanos responsables de la realización de la transición de la anatomía estática del siglo XIX a la fisiología dinámica del periodo posrevolucionario. De acuerdo con el historiador de la medicina, Hugo Aréchiga, Ocaranza fue uno de los “más lúcidos y convincentes exponentes de los postulados de la medicina científica de Claude Bernard”.32 También era un renegado que “se hizo 31 W.F. Bynum, Science and the Practice of Medicine in the Nineteenth Century, Cambridge, Cambridge University Press, 1994. 32 Hugo Aréchiga, “Académico Fernando Ocaranza,” en Ciencia, universidad y medicina, México, Siglo XXI, 1997, 208. MESTIZOFILIA, BIOTIPOLOGÍA Y EUGENESIA 7 3 fisiólogo cuando en el país no existía ninguno; sus discípulos crearon la Sociedad Mexicana de Ciencias Fisiológicas”.33 Ocaranza importó el primer equipo de laboratorio fisiológico a México a principios del siglo, introdujo nuevos libros de texto y, más importante aún, durante la década de 1930 cambió fundamentalmente los requerimientos del grado de medicina en la Universidad Nacional para que incluyeran los estudios prácticos de la química de animales y de la endocrinología y metabolismo básicos del cuerpo humano.34 Al contribuir a la inclinación general hacia el pragmatismo en la educación nacional en los años de 1920, Ocaranza pretendió eliminar de la escuela de medicina las materias de abstracta pedantería comunes en el pasado y en su lugar sumergir a los alumnos en el mundo de la experimentación. En entrevistas orales realizadas con importantes médicos mexicanos por historiadores del Instituto Mora, la mayor parte de los entrevistados mencionó la reorganización por parte de Ocaranza de las materias y de las prácticas como el momento crítico de cambio en la medicina mexicana. Por ejemplo, cuando el doctor Salvador Zubirán, un prominente endocrinólogo, recordaba los momentos más ilustres de la década de 1920, aseveró que “Ocaranza inició la batalla para cambiar el concepto morfológico de la instrucción hacia el concepto fisiológico, mucho más natural, ¿verdad? 33 Ibid., 210. 34 Al igual que muchos otros médicos y eugenistas, Ocaranza creía que la fisiología podría revelar las diferencias sociales y culturales entre la población heterogénea de la nación. Por este motivo, probó durante la década de 1940 la capacidad respiratoria de hombres, mujeres, obreros, soldados, burócratas, campesinos e indígenas mexicanos. Aún casado con las categorías establecidas por Molina, que él llamaba “artificiales e incompletas, pero en todo caso útiles”, Ocaranza usó las agrupaciones mestizo-blanco, mestizo-indio, indio, mestizo y blanco. Mostrando a su vez una mestizofilia residual, sus conclusiones fueron que “las formas normales del tórax existen con mayor frecuencia entre los mestizos que entre los blancos o los indios”. Véase doctor Fernando Ocaranza, “La función respiratoria de los soldados, los obreros y los campesinos mexicanos”, en Gaceta Médica de México 73:1, 28 de febrero de 1943, 45-82. Véanse asimismo sus estudios posteriores: “La capacidad vital de Hutchinson según la edad en la mujer,” en Gaceta Médica 75:1-2, febrero y abril de 1945, 111-118; “Relación entre la estatura y la capacidad vitral de Hutchinson,” en Gaceta Médica 73, 31 de agosto de 1943, 300-304; “La capacidad vital de Hutchinson en relación con la edad y en individuos del sexo masculino,” en Gaceta Mé-dica 74:3, 30 de junio de 1944, 276-289. ALEXANDRA STERN 7 4 No estudiar la muerte, sino estudiar la vida”.35 Esa perspectiva fue expresada asimismo por el doctor Manuel Guevara Oropeza, un psiquiatra que dirigió el Asilo Mental General en los años de 1930. Al preguntarle acerca de los temas más importantes en la formación del posgrado, ese médico contestó, “La fisiología fue la principal materia no sólo en el segundo año, sino a lo largo de la carrera entera, hasta la práctica clínica, porque fue [con la fisiología] que el concepto de la medicina empezó a cambiar [hacia] un concepto de enfermedad desde un punto de vista dinámico, desde una perspectiva fisiológica”. Al contestar su propia pregunta –“¿Qué ocurre en el organismo cuando una persona se enferma?”– Oropeza afirmó que el cuerpo funcionaba como un organismo interconectado y vital que reacciona ante los estorbos externos e internos con un intento de reestablecer su equilibrio constitucional. Añadió que ese revisionismo “era fundamentalmente la idea de Ocaranza, y que ésa fue la idea que nos influyó. Eso dio inició a lo que podríamos llamar el cambio definitivo en la instrucción médica”.36 Si bien Ocaranza pudo haber sido responsable de la reelaboración del curriculum y del establecimiento de laboratorios en la Escuela Nacional de Medicina, fue otro fisiólogo destacado, J. Joaquín Izquierdo, quien hizo aún más por introducir las nuevas comprensiones del determinismo fisiológico en la medicina mexicana.37 Izquierdo –cuyo discurso en el Segundo Congreso Mexicano del Niño ya se mencionó– estudió con el fisiólogo americano Walter B. Cannon en la Universidad de Harvard en los años de 1920 y con su mentor coescribió varios artículos sobre la función suprarrenal. Más importante, sin embargo, Izquierdo defendió la teoría de Cannon acerca de la homeostasis, que propone que el sistema regulatorio tan complejo e interconectado de un organismo 35 Entrevista con el doctor Salvador Zubirán. Entrevistadora: Martha Rocha. Entrevistas realizadas entre marzo y septiembre de 1977, Archivo de la Palabra Médica, PHO/8/2, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 38. 36 Entrevista con el doctor Manuel Guevara Oropeza. Entrevistadora: Martha Valdez. Entrevistas realizadas el 4 de octubre de 1977, Archivo de la Palabra Médica, PHO/8/26, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 52. 37 Relativo a Izquierdo, véase Aréchiga, “José Joaquín Izquierdo, Impulsor de los estudios de fisiología en México”, en Ciencia, Universidad, 213-226. MESTIZOFILIA, BIOTIPOLOGÍA Y EUGENESIA 7 5 pretende existir en un estado permanente, pero a la vez flexible, de equilibrio. Según Cannon –quien amplió la teoría del “ambiente interno” de Bernard– cuando el estatus quo biológico se ve alterado por bacterias, por cambios dramáticos en el ambiente o por mutaciones internas, el cuerpo compensa al suprimir o sobreestimular ciertas funciones. La dilucidación de esos complejos patrones de reacción fisiológica revela los límites de los organismos animales y de la vida misma. Metodológicamente, implica repetidos experimentos de laboratorio y la identificación de las correlaciones entre diferentes indicadores biológicos.38 Además, para Cannon ese modelo del cuerpo fisiológico podía aplicarse asimismo al cuerpo político. Varios académicos han argüido que los tipos de analogías orgánicas presentadas por Cannon y otros médicos ayudaron a dar forma a las estrategias de regulación y de administración públicas y particulares en los Estados Unidos durante la formación del Estado asistencial en la entreguerras.39 Desde la década de 1920 hasta la de 1940, Cannon sostuvo que las naciones requerían mecanismos de regulación incrustados para asegurar un progreso o avance constante y libre de perturbaciones; ya que sin ellos podrían sobrevenir el caos y la atrofia.40 Además, sugirió que la regulación –al menos en el caso del cuerpo político– podría ser guiada por medios utilitarios hacia el logro teleológico del progreso y la evolución. En 1945, por ejemplo, recordó a sus lectores que la homeostasis era “el punto de vista en que existen ajustes orgánicos que promueven el bienestar corporal y que, consecuentemente, son útiles; [e] implica el concepto de que esas activida- 38 Véase Karl E. Rothschuh, History of Physiology, traducido por Guenter L. Risse, Huntington, Nueva York, Robert E. Krieger Publishing Company, 1973. 39 Véase, por ejemplo, Stephen J. Cross y William R. Albury, “Walter B. Cannon, L.J. Henderson, and the Organic Analogy”, en Osiris, 2a serie, 3 (1987), 165-192. Véase asimismo los capítulos relevantes de Donna Haraway, Primate Visions, Gender, Race and Nature in the World of Modern Science, Londres, Verso, 1992. 40 El primer intento de Cannon de formular esta teoría apareció hacia finales de la década de 1920. Véase Walter B. Cannon, “Organization for Physiological Homeostatis”, en Physiological Review 9:3, julio de 1929, 399-431. Amplió ese artículo en su Wisdom of the Body (1932) y reiteró teorías parecidas en un capítulo de su The Way of an Investigator: A Scientist´s Experiences in Medical Research, Nueva York, W.W. Norton, 1945. ALEXANDRA STERN 7 6 des son dirigidas; es decir, que las partes operan teleológicamente para el bien del conjunto entero de elementos que componen al organismo”.41 Mediante su uso de analogías orgánicas y apelaciones a los modelos de la estabilidad fisiológica, Cannon argumentaba a favor del establecimiento de múltiples agencias reguladoras que dirigirían la economía de la nación y las energías humanas. Llamó a esa asamblea permanente de burocracias –que yuxtapuso al control mediante un solo aparato central del Estado– una “biocracia” y, además, sugirió que entre más “avanzada” o inteligente estuviera una sociedad en cuanto a su eficiencia regulatoria, menos urgente sería la necesidad de mecanismos específicos de organización.42 Si bien en sus publicaciones Izquierdo no llevó de manera explícita las teorías de Cannon hasta sus conclusiones lógicas, sus llamados en favor de censos eugenistas, de la recopilación de datos y de la experimentación clínica por parte del Estado posrevolucionario deben entenderse en términos tanto de la noción de la biocracia de Cannon como de las implicaciones racializadas de la existencia de una relación inversa entre la activa intervención administrativa y el nivel percibido de inteligencia y conciencia de un cuerpo político. En tanto nación “más joven”, México claramente precisaba de un grado significativo de administración biocrática. Esas teorías del organicismo del Estado, de la regulación fisiológica y de la planeación demográfica surgieron en la década de 1930 y rápidamente llegaron a constituir componentes significativos de la medicina social y de la reconstrucción posrevolucionaria. Sin embargo, a la vez que esto ocurría, las premisas subyacentes a la eugenesia mexicana estaban siendo transformadas. Durante las décadas de 1920 y 1930 la mayoría de los eugenistas aceptaba la teoría de la herencia de características adquiridas y la idea de que los cambios ambientales guiados por expertos podrían mejorar el “material humano” de una nación. Para fines de los años de 1930, sin embargo, los biólogos y genetistas alrededor del mundo habían desacreditado tan rotundamente al neolamarckismo a tal grado que los eugenistas mexicanos –a fin de conservar cierta objetivi- 41 Cannon, The Way of an Investigator, 108. 42 Cross y Albury, “Walter B. Cannon”, 174. MESTIZOFILIA, BIOTIPOLOGÍA Y EUGENESIA 7 7 dad y ciencia– empezaron a deshacerse de algo del bagaje ideológico del positivismo. En lugar del neolamarckismo empezaron (a menudo de mala gana) a aceptar el mendelismo. Por una parte, esto implicaba reconocer que la sífilis y la tuberculosis no podían ser transmitidas por herencia de una generación a la siguiente mediante material celular deforme; una creencia que subyacía a la educación sexual y a las campañas contra la prostitución de los eugenistas. Por la otra, esa transición condujo a una creciente preocupación por la composición étnica del país que, a pesar de veinte años de mestizofilia y homogeneización, había fracasado en cumplir las visiones elaboradas por Gamio y otros eugenistas en la década de 1920. Alo largo de los años de 1940 los editoriales de Saavedra en Eugenesia, la revista de la Sociedad Mexicana de Eugenesia (1932-1935; 1939-1954), hicieron cada vez más llamados para estudios etnológicos exhaustivos de la población. Aunque se entusiasmaba todavía por los objetivos de la eugenesia, Saavedra eliminó de sus escritos los anteriores pronósticos optimistas acerca del proceso de mezcla racial y, en su lugar, empezó a hablar de los distintos grupos étnicos del país. Al mismo tiempo, afirmó que el mejoramiento ambiental por sí solo era insuficiente y que había llegado el momento para “despertar un concepto racional de la responsabilidad hereditaria”43 basado en el mendelismo. Esos puntos de vista fueron reiterados por Alfredo L. Valle, uno de los primeros genetistas agropecuarios en México. En 1940 Valle dijo a sus lectores que el indigenismo y la adoración del indio ya no eran suficientes para lograr la integración nacional. Según Valle, el proceso de la homogeneización se había estancado y una acción más directa era imperativa en el “corto plazo” para “fortalecer a la nación”.44 Para algunos eugenistas, como el biólogo Antonio F. Alonso, ese sentido de la integración fracasada se tradujo en una exaltada ansiedad por el “suicidio de la raza”. Alonso –que había abogado por estrictas leyes de inmigración desde la década de 1920– revivió algunas de las corrientes del darwinismo social de los científicos del Porfiriato. En una conferencia en 1946 ante el órgano mexicano de la Unión Racionalista 43 Eugenesia 1:6, abril de 1940, 2. 44 Eugenesia 1:6, abril de 1940, 12. ALEXANDRA STERN 7 8 –una organización científica francesa– Alonso declaró que la capacidad humana era determinada únicamente por la herencia y que los blancos estaban dotados con los mejores rasgos de cualquiera de las “razas”. Su admonición en el sentido de que “el problema fundamental y práctico [era] evitar el cruce de nuestra raza indígena y mestiza con los negros y amarillos”45 debe entenderse a la luz del abierto racismo que llegó a definir el movimiento eugenista francés hacia fines de los años de 1930 y durante la época de Vichy.46 Aunque Saavedra era también miembro de la Unión Racionalista Mexicana y publicó el texto de la conferencia de Alonso en Eugenesia, en un editorial posterior descartó la creencia de Alonso en las “razas” puras y superiores. Al disociar la eugenesia del nazismo, el editorial de Saavedra adujo que lo que México necesitaba eran ciudadanos normales y saludables, y no superhombres biológicos. Enfatizó asimismo que los genes “malos” no eran propiedad de ciertos grupos raciales, sino más bien se hallaban distribuidos de manera pareja entre los individuos de todas las clases y todas las etnias.47 Sin embargo, el marco organicista (fincado en el neolamarckismo) de la eugenesia mexicana –ya arraigado desde hacía cerca de veinte años– hizo casi imposible que Saavedra y otros médicos y biólogos entrenados en el periodo posrevolucionario aceptaran las teorías de herencia que ignoraron totalmente el papel de la acción ambiental y humana. En gran medida por esta razón, los eugenistas mexicanos viraron hacia la biotipología, una ciencia social para entonces popular en las Américas y en Europa que aprovechaba la antropología, la sicología, la fisiología y la estadística. Desde los años de 1920 hasta los de 1950, muchos científicos que deseaban retener el hereditarismo pero evitar el estrecho determinismo biológico; encontraron en la biotipología una visión del individuo 45 Dr. Antonio F. Alonso, “La selección humana eugenésica y el futuro de México”, Eugenesia 7:73, febrero de 1946, 13. 46 Schneider traza el cambio en el movimiento eugenista francés desde un enfoque inicial en la puericultura a principios del siglo XX, hacia un énfasis en la raza y la inmigración en la década de 1930. La tipología de la sangre constituyó parte esencial de las estrategias de clasificación de razas en Francia. Véase Schneider, Quality and Quantity, capítulo 8. 47 Eugenesia 7:75, abril de 1946. MESTIZOFILIA, BIOTIPOLOGÍA Y EUGENESIA 7 9 y de la sociedad que podían acoger.48 A partir de los últimos años de la década de 1930 los eugenistas y antropólogos mexicanos recurrieron a la biotipología en un esfuerzo por entender el mundo social. En ese proceso los niños de la escuela, tanto urbanos como rurales, las poblaciones indígenas, los hombres cosmopólitas de clase media, así como otros grupos, se vieron sujetos a una gama extensa y novedosa de intervenciones médicas con los propósitos de cuantificación y clasificación. Mientras que la antropología del siglo XIX había trabajado en buena medida con calibradores, reglas y varios otros instrumentos que medían principalmente la fisiognomía, la biotipología se erigía sobre los acercamientos reinantes hacia la fisiología que santificaban a la experimentación de laboratorio. Así, por ejemplo, cuando los biotipólogos mexicanos emprendieron su estudio de los indios zapotecas en los años de 1940 y 1950 llevaron literalmente su laboratorio consigo. Además de los instrumentos antropométricos antiguos, los biotipólogos llegaron a sus sitios de estudio con espirómetros, egrografías, pruebas mentales y de imaginación, instrumentos para hacer muestras de sangre, microscopios e instrumentos para probar el metabolismo, la función endocrina, la presión sanguínea, el pulso y la acuidad de la vista. Aun cuando los biotipólogos adujeron que sus técnicas para la categorización de los individuos y la imposición del orden social estaban basadas en el rechazo de las teorías de la superioridad racial, las etiquetas relativas a medicina imparciales y objetivas que inventaron estuvieron en buena medida tan cargadas de contradicciones y tensiones como la mestizofilia de las décadas de 1920 y 1930. 48 Sarah W. Tracy ha emprendido estudios de vanguardia relativos a la historia y a las particularidades de la biotipología y la medicina constitucional en los Estados Unidos en la entreguerra. Véanse sus dos artículos, “An Evolving Science of Man: The Transformation and Demise of American Constitutional Medicine, 1920-1950”, en Christopher Lawrence y George Weisz, eds., Greater than the Parts: Holism in Biomedicine, 1920-1950, Nueva York, Oxford University Press, 1998; y “George Draper and American Constitutional Medicine, 1916-1946: Reinventing the Sick Man”, en Bulletin of the History of Medicine 66:1, primavera de 1992, 53-89. ALEXANDRA STERN 8 0 LA BIOTIPOLOGÍA, LA FISIOLOGÍA Y LA DEMOGRAFÍA: LA RECODIFICACIÓN DE “RAZA” Y LA CREACIÓN DE LA NORMALIDAD En América Latina, como en Francia e Italia, la biotipología tuvo un gran atractivo.49 Ingeniada por el italiano Incola Pende en el mismo contexto fascista que dio lugar al “nuevo organicismo” de Gini, “el principal propósito de la biotipología fue el de asegurar un conocimiento y desarrollo eficiente de los biotipos de la nación, ya que se creía que cada biotipo mostraba aptitudes funcionales, patologías psíquicas y susceptibilidades distintas respecto de la enfermedad y el crimen”.50 Para los eugenistas mexicanos, cuyas metas anteriores –el desarrollo nacional, crecimiento natural y mejoramiento étnico o racial– dependían cada vez más conscientemente del mendelismo, la biotipología ofreció a la vez una nueva forma de diagnóstico medicalizado y una teoría de la diferenciación humana. Para los médicos de Francia e Italia y algunos americanos, la biotipología ofreció una alternativa al determinismo biológico que definía a los individuos únicamente en términos de las categorías de “raza” y nacionalidad, porque los biotipos fueron formados mediante una compleja mezcla de factores interrelacionados. En el corazón de la biotipología se hallaban las medidas aparentemente neutrales de lo normal, lo promedio y lo regular, en vez de las jerarquías y categorías del darwinismo social.51 Por ejemplo, en una época de creciente especialización médica en los Estados Unidos, el estadístico Raymond Pearl y el médico Charles Stockard recurrieron a la medicina constitucional para lograr una perspectiva más holista del paciente como persona. Trabajando en laboratorios elaboradamente equipados, esos practicantes midieron los coordinados fisiognómicos, mentales y de conducta de una amplia gama de individuos y los indicadores y correlaciones que obtuvieron fueron utilizados para categorizar a sus sujetos en biotipos. Stockard, un destacado endocrinólogo 49 Stepan, The Hour of Eugenics, 116. 50 Ibid., 116. Stepan documenta el atractivo de la biotipología para los eugenistas argentinos, así como la visita a ese país en los años de 1930. 51 Alfredo M. Saavedra, “Acerca de la personalidad humana,” en Eugenesia 1:13, noviembre de 1940, 16. MESTIZOFILIA, BIOTIPOLOGÍA Y EUGENESIA 8 1 de la Universidad de Cornell, elaboró un sistema de clasificación fincado en el metabolismo de la tiroides y la forma de la cabeza. En Italia, Pende y sus discípulos agruparon a los individuos de acuerdo con la proporción de tamaño del tórax y con respecto a las extremidades y las medidas del funcionamiento fisiológico. En Francia, Henri Laughier, miembro honorario de la Sociedad Mexicana de Eugenesia, clasificó a los niños de la escuela y a los obreros industriales mediante la realización de elaborados estudios de fatiga.52 Los biotipólogos americanos, franceses, italianos, sudamericanos y mexicanos formularon un sinfín de taxonomías a mediados del siglo XX, pero lo que todas ellas tuvieron en común fue el objetivo de imponer un nuevo orden social que privilegiaba la herencia sin renunciar a los factores ambientales. Stockard, por ejemplo, creía que “la composición hereditaria de la persona, o “tipo” como él lo llamó, siguió constante a lo largo de la vida adulta del individuo; pero creía que el tipo sólo podía ser expresado en la medida permitida por el entorno del individuo”.53 En México, la popularización de la biotipología formó parte de la tibia adopción del mendelismo por parte de los eugenistas. Al mismo tiempo que Saavedra urgía a la Sociedad Mexicana de Eugenesia a deshacerse de la falacia del lamarckismo, que sostuvo que las características adquiridas podían heredarse, empezó a promover también la biotipología. En un artículo en Eugenesia de 1940, por ejemplo, Saavedra citó a Pende, al aducir que “la personalidad humana es determinada fundamentalmente por los rasgos hereditarios” pero también “seriamente influida por el medio ambiente”.54 Para 1945 Saavedra se había convertido en un pleno defensor de la biotipología y del acercamiento constitu- 52 Laughier fue a su vez fundador de la Unión Racionalista Francesa, cuyo órgano mexicano ya se mencionó. La organización francesa incluía a muchos eugenistas mexicanos –por ejemplo, Saavedra y Ocaranza– en su rol de miembros. Tocante a Laughier y sus estudios de biotipología, véase William H. Schneider, “Henri Laughier, the Science of Work and the Working of Science in France, 1920-1940”, en Cahiers pour l’Histoire du CNRS, 1939-1989, París, Editions du CNRS, 1989, 7-34. 53 Sarah W. Tracy, “An Evolving Science of Man”, 170; “George Draper and American Constitutional Medicine”. 54 Alfredo M. Saavedra, “Acerca de la personalidad humana,” en Eugenesia 1:13, nov. de 1940, 16. ALEXANDRA STERN 8 2 cional hacia la medicina. En Una lección en el trabajo social, un manual que escribió para trabajadores sociales y enfermeras en proceso de formación en el recién establecido Instituto Mexicano de Seguridad Social, Saavedra definió la biotipología como una “ciencia humanizada, no unilateral, sino universal”, que “estudiaría al hombre no mediante la perspectiva pobre y aislada de su morfología y fisiología, sino más bien con relación a todos sus problemas, desde su desarrollo filogenético hasta su evolución a la madurez”.55 Ese texto también contiene varios diagramas en que Saavedra representaba la constitución humana en forma de una serie de círculos concéntricos. En el centro puso a la herencia, seguida por la experiencia ontogenética, el ambiente geográfico y las influencias sociales.56 En esencia un manual de entrenamiento en la biotipología, las últimas páginas de Una lección en el trabajo social incluyen una forma de admisión que los trabajadores sociales debían utilizar en su sitio de trabajo. En las décadas de 1940 y 1950, la demografía del Estado, la biotipología y la eugenesia llegaron a entrelazarse íntimamente. Mientras que Loyo trabajaba con otros eugenistas y estadísticos en elaborar métodos para clasificar y reagrupar a la población creciente y heterogénea de México, Saavedra y otros médicos empezaron a vincular la biotipología más directamente con la higiene racial y el aumento en la vigilancia médica de la población en general. En 1941, por ejemplo, Saavedra recomendó el establecimiento de un departamento de Higiene Racial agregado al gobierno central que se dedicaría al estudio genealógico de la familia mexicana. El primer paso en compilar esos datos tomaría la forma de la creación de tarjetas biotipológicas para rastrear a los individuos desde la cuna hasta la tumba, registrar sus defectos y enfermedades y así proveer una imagen comprensiva de los más saludables biotipos de la nación.57 Llegó a la conclusión de que el valor de una nación depende de la calidad de su población y [que] la verdadera riqueza de un país descansa en la salud y la capacidad de sus habitantes 55 Saavedra, Una lección..., 99. 56 Ibid., 23. 57 Eugenesia 2:19, mayo de 1941, 12-14. MESTIZOFILIA, BIOTIPOLOGÍA Y EUGENESIA 8 3 [...] [l]as Autoridades Sanitarias deben preocuparse con los problemas de la Higiene Racial, estableciendo una institución para la investigación genealógica de la familia mexicana, a fin de estudiar la aplicación de medidas socialmente benéficas.58 Los llamados de Saavedra para un censo detallado, que se hacían eco de los de Izquierdo y Gamio a principios de la década de 1920, demuestran que la biotipología representaba la continuación de proyectos anteriores del Estado en el campo de la antropología física y la enumeración. El mismo Gamio apoyó la biotipología en 1942 en el Octavo Congreso Científico Americano celebrado en Washington. En la sección del programa dedicada a cuestiones indígenas, Gamio impulsó la extensiva investigación de los biotipos mexicanos, complementada por estudios profundos de los tipos culturales.59 A pesar de esas continuidades, sin embargo, la biotipología se diferenciaba de los anteriores intentos por clasificar a individuos o grupos en dos aspectos básicos. Por un lado, la biotipología se desarrolló explícitamente para categorizar a los individuos no en términos de “raza” –blanco, mestizo o negro– sino como prototipos que transcendían la lógica superficial e inflexible de la diferenciación racial. Mientras en la práctica los biotipólogos a menudo dejaban poco claras las líneas entre “raza” y biotipo, el lenguaje estadístico de esa nueva metodología borraba y recodificaba a la vez el racismo abierto de las ciencias de principios del siglo XX. Por el otro, las cifras y gráficas que fueron fundamentales en la biotipología porque proveían indicadores que se prestaban a la medición y demostraban su estatus como un campo científico legítimo, fueron extrapoladas del cuerpo humano mediante una extensa variedad de intervenciones médicas. Casados con la experimentación del laboratorio y los nuevos principios fisiológicos, los biotipólogos encabezaron la medicalización de dominios sociales antes no reconocidos. Al hacerlo, hicieron de los ciudadanos de 58 Ibid., 14. 59 Manuel Gamio, “El índice cultural y el biotipo,” en Proceedings of the Eighth American Scientific Congress, vol. 2, Washington, Department of State, 1942, 227-232. Para entonces Gamio trabajaba como Director del Departamento de Demografía de la Secretaría de Gobernación. ALEXANDRA STERN 8 4 la nación pacientes de un Estado asistencial que premiaba la normalidad y estigmatizaba la desviación. Muchas de las técnicas de los biotipólogos mexicanos fueron llevadas a efecto inicialmente en el contexto de la educación primaria. Apartir de los años de 1920 los higienistas escolares y los pedagogos empezaron a lamentar lo poco que sabían acerca de los rasgos mentales, físicos y temperamentales de los niños en edad escolar. En el Primer Congreso Mexicano del Niño, por ejemplo, el doctor Rafael Santamarina presentó una plática intitulada “El conocimiento actual del niño mexicano desde una perspectiva médico-pedagógica”, en la cual enfatizó la necesidad de conocer al niño mexicano más comprensivamente. Afirmó, ”sería tan maravilloso si pudiera presentarles, aunque sólo fuera en borrador, una imagen del tipo de niño normal y promedio que asiste en nuestras escuelas”. 60 Para las siguientes dos décadas Santamarina se dedicó a la elaboración de instrumentos y métodos precisos para la medición de los rasgos físicos y mentales de los alumnos de primaria en las áreas urbanas de México. Bajo la dirección de Santamarina y de sus sucesores, los aspectos claves de la biotipología –la antropometría, la kinesiología, la psicometría y, a lo largo, la fisiología– llegaron a convertirse en componentes integrales del proyecto posrevolucionario de construcción de la nación. En su calidad de director del Departamento de Psicopedagogía e Higiene, o DPH, que fue establecido en la Secretaría de Educación Pública en 1925, Santamarina empezó a introducir en los salones de clases de las escuelas mexicanas pruebas estándares.61 Tradujo y recalibró toda una 60 Rafael Santamarina, “Conocimiento actual del niño mexicano desde el punto de vista médico-pedagógico”, en Memoria del Primer Congreso Mexicano del Niño, 264-266. 61 Para un análisis más profundo de las actividades del Departamento de Psicopedagogía e Higiene en el proyecto posrevolucionario, véase Alejandra Stern, “Madres conscientes y niños normales: la eugenesia y el nacionalismo en el México posrevolucionario”, Zamora, El Colegio de Michoacán, en prensa, 1999. Ese departamento ha recibido sólo una leve atención en los dos estudios clásicos del sistema educativo mexicano. Véanse Josefina Vázquez de Knauth, Nacionalismo y educación en México, México, El Colegio de México, 1970) 141, 161; y Mary Kay Vaughan, The State, Education and Social Class in México, 1880-1928, DeKalb, Northern Illinois University Press, 1982, 168-178. Se dedican menos de tres páginas a este tema en el voluminoso Tendencias educativas oficiales en México, 1911-1934, de Ernesto Meneses Morales, México, Centro de Estudios Educativos, 1986. MESTIZOFILIA, BIOTIPOLOGÍA Y EUGENESIA 8 5 gama de pruebas –entre otras la Stanford Achievement, la de Descouedres, la de Ebbinghaus y la de Fay– afirmando siempre que las pruebas extranjeras debían adaptarse al entorno mexicano. En cuanto se estableció el DPH, miles de niños empezaron a verse sujetos a una batería de pruebas de atención, lógica e inteligencia. En 1926 por ejemplo, el Departamento aplicó pruebas a 21 387 alumnos en su esfuerzo por averiguar los niveles de retraso mental.62 Quizá porque las pruebas visuales incluían símbolos irreconocibles para muchos estudiantes mexicanos o porque los métodos psicométricos en sí les eran desconocidos, esos niños constantemente recibieron una baja puntuación, a pesar de las adaptaciones de Santamarina. Además, en 1934, tras haber examinado a 47 niñas de siete a ocho años de edad, un psicopedagogo encontró que un “complejo de inferioridad” fue el rasgo más evidente y característico del grupo.63 Durante el apogeo de la mestizofilia en la década de 1920, los probadores del DPH fueron más optimistas cuando calcularon los resultados de las pruebas aplicadas a los niños indígenas reubicados desde la provincia del país en la Casa del Estudiante Indígena en la ciudad de México. Las evaluaciones psicométricas anuales revelaron mejorías incrementales y una mayor integración social; signos alentadores para una élite posrevolucionaria aún enamorada del indigenismo y del prospecto de la homogeneización “racial”.64 Sea cual fuese la interpretación final de los resultados de las pruebas, los estudiantes mexicanos se vieron socializados cada vez más mediante ciertas prácticas médicas como vacunas, exámenes de la vista y pruebas de sífilis y, además, comprendidos por medio de un vocabulario que incluía los vocablos “normal” y “anormal”.65 62 “Sección de higiene. Estudio sobre el desarrollo mental de niños mexicanos”, Archivo Histórico de la Secretaría de Educación Pública (AHSEP), Departamento de Psicopedagogía e Higiene (DPH), Caja 5119, expediente 78. 63 Informe del doctor Raúl González Enríquez, 1934, AHSEP, DPH, caja 5131, exp. 15. 64 “Examen mental colectivo de los internados de la “Casa del Estudiante Indígena, 1927,” AHSEP, DPH, caja 5119, exp. 83. 65 El cambio de “natural” a “normal” en la terapéutica médica en los Estados Unidos ha sido analizado soberbiamente por John Harley Warner, “From Specificity to Universalism in Medical Therapeutics: Transformation in the 19th-Century United States”, en Judith Walzer Leavitt y Ronald L. Numbers, Sickness and Health in America: Readings in the History of Medicine and Public Health, 3ª ed., Madison, University of Wisconsin Press, 1997, 87-101. ALEXANDRA STERN 8 6 Mientras fungía como director del DPH, Santamarina fue el principal educador responsable de emprender un acercamiento más pragmático y directo al monitoreo del desarrollo de los niños en la escuela. Sin embargo, debido a los cambios en las corrientes filosóficas y al advenimiento del programa de Educación Socialista de Cárdenas, su perspectiva empezó a ser criticada y transformada. Como en el caso de la medicina mexicana, que también empezó a girar cada vez más en torno al laboratorio y a la experimentación, la psicopedagogía y la higiene empezaron a ser consideradas efectivas y modernas sólo en la medida en que el alumno fuera entendido como un compuesto de indicadores mentales, sicológicos y físicos. Como parte del proyecto “científico” de la Educación Socialista de Cárdenas, el DPH empezó a instituir procedimientos mucho más elaborados para la clasificación de los educandos: ahora empezaron a verse clasificados de acuerdo con su pulso, su capacidad pulmonar, sus tiempos de reacción y sus reflejos y su conteo de células blancas en la sangre. En la vanguardia de ese movimiento se hallaba el médico que más hizo por definir y diseñar la biotipología mexicana entre los años de 1930 y 1960, el doctor José Gómez Robleda. Formado en la medicina, la sicología y la biología en la Escuela Nacional de Medicina, Gómez Robleda se encargó del Servicio de Investigación Sicológica y Antropológica del DPH en la década de 1930. Ahí supervisó la adaptación –e introducción en los salones de clases mexicanos– de una nueva gama de pruebas del coeficiente de inteligencia y capacidad, basadas más explícitamente en las nociones de la capacidad mental innata. Varios años más tarde, cuando Cárdenas creó el Instituto Nacional de Psicopedagogía, Gómez Robleda tomó el puesto de director del Servicio de Psicofisiología y empezó a coordinar un proyecto masivo diseñado para clasificar a todos los pupilos de acuerdo con ciertas constantes antropométricas, fisiológicas y psicológicas.66 Bajo su liderazgo y con el apoyo del destacado biólogo y eugenista José Rulfo, en 1937 Gómez Robleda emprendió el primer estudio biotipológico de gran escala. Su equipo analizó las huellas digitales, el tamaño del cuerpo, 66 Véase AHSEP, DPH, caja 5158, exp. 8; Memoria de la Secretaría de Educación Pública, 1936-1937, México, 1937, 221-259, MESTIZOFILIA, BIOTIPOLOGÍA Y EUGENESIA 8 7 la agudeza visual y otras capacidades sensoriales, la fuerza de los músculos, la función cardiovascular, la temperatura, la memoria, el juicio y la lógica entre 120 niños estudiantes “proletarios” en la escuela primaria Ramón López Velarde en la ciudad de México.67 Era una práctica común entre los biotipólogos descartar gran parte de sus datos porque las variaciones eran tan grandes que muchos no fueron estadísticamente aprovechables. Sin embargo, Gómez Robleda y su grupo llegaron a varias conclusiones. Por una parte, adujeron que los sujetos de investigación pertenecían a una clase social oprimida y que esto explicaba su condición debilitada. Por la otra, aseveraron que los rasgos somáticos –tales como el índice cefálico y otras correlaciones corporales– eran constitucionales y hereditarios. Este principio sugirió que las acciones gubernamentales que recomendaban en el capítulo final serían de poca utilidad. A final de cuentas, los autores determinaron que no habían identificado a un grupo étnico, sino a una clase proletaria universal, definida por un conjunto de “rasgos constitucionales” que eran “prácticamente imposibles de modificar”.68 Del Instituto Nacional de Psicopedagogía, Gómez Robleda pasó al Instituto de Investigación Social de la UNAM hacia fines de la década de 1930, donde inició una serie de estudios biotipológicos entre varios grupos indígenas.69 Comenzó al encabezar una investigación de los pescadores tarascos y otros campesinos alrededor del lago de Pátzcuaro, después realizó un proyecto con los zapotecas, y finalmente estudió los otomíes.70 Mientras que Gómez Robleda logró compilar una amplia gama de información acerca de los niños de escuela, sus conclusiones 67 José Gómez Robleda et al., Características biológicas de los escolares proletarios, México, DAPP, 1937. Este estudio fue patrocinado a la vez por el Instituto Nacional de Psicopedagogía y el Departamento de Psicopedagogía e Higiene Escolar. 68 Ibid., 279. 69 Para una excelente introducción a la biotipología, véase Gonzalo Aguirre Beltrán, Obra antropológica, vol. 8, Antropología médica, México, Fondo de Cultura Económica, 1994, 129-170. 70 Gómez Robleda et al.., “Estudio biotipológico”, en Lucio Mendieta y Núñez, ed., Los zapotecas: monografía histórica, etnográfica y económica, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 265-415; Estudio biotipológico de los otomíes, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1961. ALEXANDRA STERN 8 8 fueron confusas y a menudo contradictorias, pues carecía de una taxonomía que le hubiera permitido organizar sus datos. Cuando empezó a estudiar los grupos indígenas, sin embargo, había descubierto la obra de los biotipólogos italianos y se abrazó en especial del esquema tripartito de Giacinto Viola que consistía en tipos bajitos (braquitipos), tipos altos (longitipos) y tipos normales (normotipos). La primera categoría estaba caracterizada por una elevada proporción tórax-extremidades y los altos por el contrario. Los tipos normales –conocidos asimismo como ideales– caían justamente entre esos dos y en la cima de la curva.71 Con los biotipos de Viola, las categorías creadas por su discípulo, Mario Bárbara y el sistema de Kretschsmer como sus principales clasificaciones de la constitución humana, Gómez Robleda organizó, correlacionó y comparó a cientos de indígenas.72 La mayoría de las veces sus resultados mostraron que los grupos indígenas de México no eran tipos normales. La mayor parte de los tarascos, por ejemplo, fueron asténicos, o tendientes al tipo alto. Según los resultados de sus exámenes médicos y los cálculos estadísticos, casi todos los hombres estudiados padecían de hipotiroidismo, eran inhibidos, impuestos a las neurosis, excesivamente afeminados y frecuentemente bisexuales. El psicólogo de principios del siglo, G. Stanley Hall, los habría clasificado con toda seguridad como neurasténicos sobreestimulados. Por otro lado, los otomíes habrían sido vistos como incivilizados o primitivos. Gómez Robleda los clasificó como tipos predominantemente bajitos, caracterizados por mareos, la estupefacción, falta de imaginación, asma, miopía, la maníaco depresión e hipersexualidad. Según mostró la posterior comparación biotipológica de Gómez Robleda de los grupos indígenas, los otomíes fueron representativos de la mayor parte de los pueblos indígenas que él por lo general clasificó no sólo 71 José Gómez Robleda et al.., Pescadores y campesinos tarascos, México, Secretaría de Educación Pública, 1943. 72 Tocante a Bárbara, véase Gómez Robleda y Ada D’Aloja, Biotipología, México, Cooperativa Talleres Gráficos de la Nación, 1947. Aunque se enfocó en Viola, Bárbara y Pende, Gómez Robleda también aprovechó las taxonomías biotipológicas elaboradas por docenas de médicos y antropólogos en los Estados Unidos, Alemania, Francia y América Latina. MESTIZOFILIA, BIOTIPOLOGÍA Y EUGENESIA 8 9 como bajitos, sino también como deficientes (braquitipos deficientes).73 Esas conclusiones revelan mucho acerca del repertorio trasnacional de las teorías y métodos científicos que los antropólogos y eugenistas mexicanos se vieron compelidos a utilizar en las décadas de 1940 y 1950 a fin de mantener su objetividad. La paradoja de ese apego a la nueva y progresista ciencia social de la biotipología consistió no sólo en que las taxonomías fueran trasladadas desde Italia, Estados Unidos y Francia a México, sino que fueron transferidos además los grupos de control. A pesar de sus admoniciones acerca de los males de la antropología física racista –que definieron como “anticientífica, porque consideraban imposible establecer distintos rangos y cualidades jerárquicas entre los grupos humanos”–74 Gómez Robleda y sus colaboradores determinaron el biotipo de los grupos indígenas utilizando los indicadores de un estudio de hombres italianos de clase obrera (y de manera secundaria de varones mexicanos urbanos de clase media), como sus variables independientes. 75 CONCLUSIÓN Por una parte, como Robert Buffington ha observado atinadamente, la biotipología representó la reemergencia de la antropología criminalista de Lombrose y de las nociones de la degeneración que fueron tan comunes en el Porfiriato, y pretendió revivir el antiguo “estereotipo persistente” del “indio apático y resistente”.76 Las continuidades entre el pasado porfiriano y el presente revolucionario son especialmente pro- 73 Gómez Robleda, “Clasificación biotipológica de los grupos indígenas de México,” en Revista Mexicana de Sociología, 10:3, 1949, 331. 74 Gómez Robleda, Pescadores, xxvii. 75 Los cálculos del tipo mexicano normal –determinado a través de la comparación de 1 500 varones de residencia urbana y de clase media, con el grupo italiano de Viola– en efecto clasificó a los primeros como del tipo moderadamente alto (y a los varones adolescentes como tipos mixtos). Sin embargo, el grupo mexicano se utilizó como un punto de comparación y referencia en muchos de sus otros estudios. Véase José Gómez Robleda, Imagen del mexicano, México, 1948. 76 Véase Buffington, “Forjando patria”. ALEXANDRA STERN 9 0 nunciadas si consideramos los estudios biotipológicos mexicanos como intentos de medir el grado de civilización de los sujetos. En su estudio de la clase media urbana, por ejemplo, Gómez Robleda encontró que las mujeres eran tipos bajitos moderados y hasta cierto punto masculinizados; los hombres, sin embargo, eran más bien tipos altos con cierta propensión al afeminamiento y la homosexualidad.77 En términos de los discursos civilizadores, esta distinción entre las mujeres extrovertidas y masculinizadas y el emasculado y hombre frágil distaba mucho de ser original y se fincaba claramente en las teorías del siglo XIX de la evolución social y la sexología. Por otra parte, sin embargo, la biotipología fue responsable de la recodificación de las categorías raciales en un léxico neologístico, aparentemente más neutral, basado en la comprensión de la naturaleza única de la diferencia hereditaria individual en vez de girar en torno al concepto de las “razas” puras. Saavedra y Gómez Robleda, además del antropólogo Juan Comas, enfatizaron en repetidas ocasiones que la biotipología era una reacción en contra de la antropología racista y las ideas europeas de la superioridad biológica. En el prólogo a su manual de 1947, por ejemplo, Gómez Robleda y Ada D’Aloja escribieron sobre su esperanza de que la biotipología llegara a convertirse en el nuevo canon de los investigadores mexicanos que parecían “tan increíblemente insistentes en perpetuar las técnicas de la antropología física racista”.78 En este sentido, el movimiento eugenista mexicano –especialmente después de virar hacia el “nuevo organicismo” de Gini y las nociones modernas de la constitución fisiológica en la década de 1930– jugó un papel crítico en la expansión de los vocabularios de la diferenciación social. Al tiempo que los eugenistas mexicanos empezaron, no sin titubeos, a abrazar al mendelismo en los años de 1940, lo hicieron de una manera mucho menos reduccionista que sus homólogos angloamericanos o alemanes. Mientras que esto se relaciona en parte con el clima del “relativismo cultural” que caracterizó a la antropología y a las ciencias sociales en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, las actitudes 77 Véase Gómez Robleda, Imagen del mexicano. 78 Gómez Robleda y Dr. Ada D’Aloja, Biotipología, México, Cooperativa Talleres Gráficos de la Nación, 1947. MESTIZOFILIA, BIOTIPOLOGÍA Y EUGENESIA 9 1 de los eugenistas mexicanos hacia el concepto de “raza” también habían sido más fluidas –si bien no confusas– durante las décadas de 1920 y 1930, cuando la mestizofilia era la fórmula sagrada de la reconstrucción posrevolucionaria. Esto no quiere decir que los eugenistas mexicanos no eran “racistas,” sino que la terminología de “raza” y etnicidad que crearon y desplegaron a la vez era resbalosa y tenía múltiples capas. Con la popularización de la biotipología en los años de 1940 y 1950 –y el arraigo de los modelos estadísticos que valorizaron la normalidad por encima de todo lo demás– el terreno de lo racial se hizo aún más variado y tortuoso. Si las tensiones de la mestizofilia de verdad fueron transcendidas por un marco que privilegiaba la herencia y el ambiente a la vez, surgieron muchas otras contradicciones a su paso. Al final de cuentas, el lenguaje abstracto y medicalizado de los biotipólogos, que pasaban tanto tiempo graficando tipos y variables contra curvas estadísticas, fue (y todavía es) mucho más obstinado e insidioso que las etiquetas del darwinismo social del pasado.