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La santidad controvertida, hagiografía y conciencia criolla alrededor de los venerables no canonizados de nueva españa

R E S EÑAS R E S EÑAS 2 3 6 2 3 7 Incluso las aguas interiores pierden sus espacios memoriosos, pues en tanto el mar aumenta las lagunas disminuyen en extensión y profundidad, y las pampas se desecan. Vacas y cultivos comerciales contra sistemas lagunares. Como bien apunta don Chus, uno de los personajes del libro, no se requiere participar de visiones apocalípticas para darse cuenta de que, para el mundo de escameros y camaroneros, “ya todo se está acabando”. Aunque de soslayo, es éste también un texto que permite asomarse a los espacios femeninos del mundo de los pescadores: desde las esposas o hijas que filetean tiburón, las que secan y salan camarones o se desempeñan como marchantas revendedoras de puerta en puerta, hasta las prostitutas que tiran su atarraya en el Pijuyal para atrapar a pescadores solteros o casados en día de pago. Como todo testimonio, el que Graciela Alcalá nos ofrece acerca de los pescadores y las pesquerías del Soconusco es parcial y perfectible. Alguien, puntillista en la forma, podría apuntar que si bien se trata de una edición en general cuidada, se advierte alguno que otro error en los topónimos de los mapas o cierto desliz ortográfico “de dedo”, quien gusta de la politología pedirá un poco de más atención a las políticas públicas y la polisemia de la lógica estatal (que en hecho de dos hileras de tambos soldados entre sí con una tarima de fierro cubierta de madera y con un corral de varillas, al que más tarde se le adaptó un chasis de automóvil para jalar la tiburoniza. Memoria no sólo de los hombres sino también del paisaje, que nos muestra como se acortan las posibilidades de reconocer y memorizar el territorio (y transmitir el conocimiento que de él se tiene) dados los acelerados cambios. Así por ejemplo, observamos como en su efímera historia, Pescado de Chiapas, S. A. contó sin embargo con tiempo suficiente para trastornar el hábitat (bordos de contención y drenado de desembocaduras lagunares), la economía del área camaronera (cuya captura cayó estrepitosamente), los espacios de vivienda y ocio de los pobladores (pues al cambiar las corrientes marinas provocó desaparición de playas y casas) y, por si fuera poco, modificó hasta su imaginario y las posibilidades de su memoria ritual, al inundar y luego arrasar el cementerio y así, muy a tono con el libro, poner a navegar a sus muertos. A cambio, se inauguran nuevos “cementerios” en el fondo del océano con los restos de los trasmallos que ya no son como antes biodegradables. Por muertos no paramos, aunque sean humanos los primeros y peces los segundos. puertas a principios de 1993 sin haber nunca funcionado más allá de 15 o 20% de su capacidad: ¿Los motivos invocados? Alto costo de operación e imposibilidad de contar a tiempo con atún e insumos suficientes. En el colmo del absurdo se llegó a traer el pescado desde Ensenada o La Paz, por tierra. Y todo ello en tiempos de embargo atunero, con los mercados internacionales cerrados. Al lado de la –lamentable– atención dedicada a la pesca de altura, se abordan también los problemas concretos de la pesca artesanal, inexplicable (y acaso afortunadamente) desatendida, que, a decir de la autora “surgen a menudo del antagonismo entre dos maneras distintas de entender su desarrollo”. Así, se prefiere desarrollar la pesca industrial acaso por un mal entendido prestigio. Los pescadores artesanales “son estrictamente invisibles” y cuando se dirige hacia ellos la mirada se les ve como incapaces de decidir por sí mismos, perpetuos menores de edad, como los indios. En eso, al menos, el Soconusco es indiscutiblemente chiapaneco. Texto etnográfico y analítico, Con el agua hasta los aparejos es también “Libro memoria”. Historia procesual que va del cayuco de guanacastle a la lancha de fibra de vidrio con motor fuera de borda pasando por la maravillosa historia del lanchón Contiki, ocasiones se muestra demasiado chata y homogénea); el amante de lo etnográfico gustaría encontrar mayor detalle, por ejemplo, sobre las casas/ embarcación como sitio en donde transcurre la cotidianidad y se urde el imaginario, o acerca de los lugares y momentos de ocio, descanso y juego: no faltará aquel interesado en lo sociolectos que añore los escasos espacios dedicados al sabroso y florido lenguaje de los pescadores... Sin duda los derroteros posibles eran múltiples –y en ello radica en parte la riqueza de cada libro, en constituirse en acicate para nuevos estudios–, pero hay que reconocer que la autora fijó su aguja de marear de manera impecable y logró llevarnos a puerto sin marearnos; empresa nada fácil, conviene insistir en ello, para una mujer navegando en una embarcación timoneada por hombres. Ahí radica también, a mi parecer, otra de las grandes virtudes y enseñanzas del texto, en mostrarnos que incluso en cuestiones de género y de investigación, las fronteras son procesos, lugares privilegiados para dejar de concebir tradiciones como meras herencias y hacerlas algo siempre actual, renovado y propio. Por eso mismo, al mismo tiempo, toda frontera es también una forma de vida, una ética y también ¿por qué no?, una estética y un sentimiento.